24. Nombres raros

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 Al escuchar el nombre del viejo, Nuna lanzó una carcajada corta que sonó como el graznido de un pato y dijo:

—¿Ooh? ¡Ese es un nombre bastante raro!

—¡Bah! Como si vuestros nombres fueran normales... ¿Muma, Nuna? —dijo Ooh, levantándose del suelo y lanzándole una mirada airada a la morena.

—Pues son nombres muy normales en nuestro mundo —puntualizó Muma, pero lo cierto es que poca o ninguna razón tenía en esta ocasión.

Ooh vestía con unos pantalones rojos y una chaqueta del mismo color con una banda en el brazo izquierdo en el que había un ojo dibujado dentro de un círculo. Además, llevaba una mochila y en el cinturón una funda de la cual sobresalía el mango de una pistola. Nuna no sabía si eso la tranquilizaba o la intranquilizaba.

La cara de Ooh se puso pálida y por poco casi cae desmayado al suelo de nuevo. Por suerte, Muma y Nuna estuvieron ágiles y lo cogieron antes de que besara el suelo. Con la idea de que se sentara un poco para recuperar las fuerzas, lo llevaron al interior de la heladería Don Fresquito y allí Ooh se sentó en una mesa.

—Gracias... Últimamente la situación está un poco complicada... —dijo Ooh y comenzó a liarse un cigarro.

Nuna suspiró: los recipientes metálicos en dónde se suelen exhibir los helados estaban vacíos. Pero eso no era lo peor: en uno de ellos había algo que no supo lo que era y al acercar la cara al expositor se llevó una sorpresa bastante desagradable: era un ciempiés, y uno bastante grande. Pálida, se acercó a Muma deseando salir de la heladería cuanto antes.

—¿Complicada? ¿Eso tiene algo que ver con las estatuas? —preguntó Muma y se ganó una mirada recelosa de Nuna: ella era de la opinión que saber más no ayudaría en nada, era mejor vivir en la ignorancia que descubrir la terrible verdad.

—Sí... Escuché rumores sobre esta isla y eso despertó mi curiosidad. Pero ahora sé que nunca debimos de haber venido aquí —murmuró Ooh y le dio una calada a su cigarro.

—¿Viniste con más gente? ¿Dónde están? —preguntó Nuna, la idea de que hubiera más gente en aquel pueblo la tranquilizaba. No le gustaba nada la idea de que fueran solo ellos tres, las estatuas y el ciempiés gigante.

Ooh lanzó una risotada, una que carecía de humor. Y con un movimiento de cabeza señaló a una mesa que se encontraba cerca de la entrada: allí había dos estatuas, pero un sentimiento de intranquilidad rumió en el estómago de Nuna al descubrir que vestían de forma similar a Ooh.

—Pero qué dices... si esos son estatuas —dijo Nuna.

—Exactamente. Ella los convirtió en estatua, es lo que te hace si te pilla —dijo Ooh. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora