Nada más entrar, la reina observó a la gente allí reunida y se preguntó quién sería su asesino. ¿Quizás Zorolen, que se acercaba a ella, abriendo su espantosa boca de rana, mirándola con algo de temor? Podía ser, una rana traidora que le enchufara un cuchillo en todas las tripas, pero en realidad ella no lo creía así.
Puede que el dholoriano que se encontraba al otro lado de la barra, con los hombros apoyados sobre la superficie de esta. Él era un espécimen grande, de músculos marcados, de piel grisácea y mentón pronunciado, de grandes manos que quizás se cerrasen sobre su cuello hasta romperlo.
No creía que los azules fueran ninguna amenaza ni tampoco el sonriente Miau, agente de Uno. Ni mucho menos un pelirrojo, quizás un camarero, que vestía con una túnica de color índigo. Por la sonrisa que este la mandaba, por lo vacío de su mirada, la reina pensó que era deficiente mental.
Puede que su asesino fuera el artista Soalfón que se encontraba delante del cuadro para impedir que nadie quitara la tela que desvelaba lo pintado. Desde que había entrado en el local, él no le había quitado el ojo de encima, ojos inyectados en sangre hundidos en un rostro seco de cadavéricas mejillas cubiertas por barba de muchos días y que le daba un aspecto salvaje, descontrolado, peligroso. Serren se dijo que quizás los pintores actuales lucían de manera semejante, siendo solo un pretexto para ser originales, para llamar la atención, para que el mito del artista dolido y sufrido continuara vagando por la cultura popular. Solo una máscara, no había nada real en este mundo ni ella ni la sonrisa de Zorolen ni la rabia cruda que emanaba de Soalfón.
—Como todo el mundo presente debería de saber —comenzó a decir Zorolen —, nos hemos reunido aquí por mor de una pequeña competición entre mi querido amigo Soalfón y yo mismo. Hace justo una semana, hablábamos sobre el arte y la pintura, cuando él dijo que sería capaz de hacer una obra maestra que conmovería a la mismísima reina. Al escuchar tal cosa, yo no pude sino decir que podía contactar con ella para armar un pequeño espectáculo, para ver si de verdad era capaz de crear una composición con el poder de conmover a nuestra querida monarca. Y aquí estamos, pero creo que ya he hablado demasiado. Mi amigo Soalfón, ¿querrá dedicar alguna palabra a los presentes?
—No —contestó Soalfón.
—Quizás sea lo mejor, dejarse de subterfugios e ir a lo importante. Mi querida reina Serren, ¿querrías hacer el favor de desvelar el cuadro, de enseñar al mundo lo que sin duda será una broma maestra? —preguntó el hombre rana, que no creía que nada bueno saldría del pincel de Soalfón.
La reina, que se sentía decepcionada porque nadie la había intentado matar, se acercó al cuadro cubierto y, con un rápido movimiento, le quitó la tela que cubría el lienzo.
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Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...