181. Poca tranquilidad, mucho nerviosismo

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 —¡Bueno, bueno, bueno! ¡Ahora esto no es lo importante, qué va! —gritó de pronto Junco, golpeando la mesa con una mano y, a nada más tardar, tirando la ceniza de la pipa en un cenicero —. Lo que estamos discutiendo acá es que no os podemos dejar ser miembros del Garfio, sino está aquí Radna, así que lo que va a pasar es que os haré una prueba y si no pasáis, pues mal y si pasáis, pues bien. ¿Tú eres el cocinero? ¿El jefe? —preguntó la chica verde, volviendo a darle unas rápidas caladas a su pipa.

Butfais asintió con la cabeza, se encontraba apoyado en la barra sin dejar de mirar a Junco o, mucho mejor dicho, dirigir la cabeza en dirección a ella.

—Por lo menos temporalmente.

—Ya, pues así nada. Tenéis que tener más empleados. Por lo menos unos dos o tres camareros y otra persona en la cocina para ayudar, creo yo que más o menos así sería de bien. ¿A dónde os dirigís ahora? —preguntó Junco, girando la cabeza en dirección a Muma, como si exigiera que fuera ella la que le contestase.

—Eh... A la isla de Alsi... —contestó la boca hipopótamo, todavía tenía en sus manos a la Nunanejo y le acariciaba con lentitud, eso le ayudaba a tranquilizar los nervios que le provocaba la hiperactiva Junco.

—¡Bien, bien, bien! Eso es bueno... Creo que allí podréis encontrar gente para el local. Sí, sí, siempre hay gente deseosa de partir al mar, son de alma aventurera los que viven allí. ¿Lo sabíais? Genial, pues esto es lo que haremos: llegamos allá, buscáis gente para el restaurante y os hago la prueba y punto, ¿vale o vale?

—Vale... —murmuró Muma, sin apartar la vista de la mujer, vestidas con la jardinera.

—Os acompañaré hasta allí, por el momento bajaré los suministros que os traje porque tampoco es plan de desperdiciarlos y los vais a necesitar para poder hacer la prueba. Además, además, además... ¿Por dónde iba...? Oh, sí: ocuparé mi habitación que tengo de aquí, supongo que el amigo Tunante me la podrá crear de nuevo. Y el barco en que vine se marchara, supongo... ¿No os importa que os acompañe, no? —preguntó la sonriente Junco y Muma tuvo que luchar por decir que sí que le importaba.

Pensó que quizás no merecía la pena pertenecer al Garfio Áureo, pero se tragó todo el malhumor que le provocaba la hiperactiva mujer y asintió con la cabeza, esbozando una sonrisa que muy de verdad no le quedó.

Pero era comida gratis lo que le ofrecían y también prestigio, gracias a eso podrían ganar mucho dinero y viajar con tranquilidad a lo largo del Archipiélago de las Mil Islas. Claro que, aunque se encontrarían un montón de cosas a lo largo de su aventura, tranquilidad no sería una de ellas, por lo menos no en demasiada abundancia.

—Pues claro que no nos importa —dijo Muma. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora