55. El Agente de Uno

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Goedi se frotaba las manos con nerviosismo y lanzaba continuas miradas a la Oficina de Uno. Se diferenciaba bastante de las demás construcciones de la ciudad de Acudid básicamente en dos aspectos: su color era morado oscuro, mientras los demás edificios usaban colores claros y no tenía tejando sino una cúpula con un ojo grabado.

—Era ella... estoy seguro de que era la mujer con la boca de hipopótamo... —murmura Goedi y dudaba entre entregarla o no.

Le sentaba mal la idea de entregar a Muma por dinero, pero aquel sentimiento pocho se cortó de pronto al tocarse la mejilla y notar dolor. Ella le había cruzado la cara por ningún motivo, ¿y ahora se preocupaba por su bienestar? Además, ella era amiga de un terrorista y todo el mundo sabía que ellos eran malas personas que lo único que querían era propagar el mal por el mundo.

—Entregarla es lo correcto —dijo Goedi y fue directo a la Oficina de Uno.

El interior estaba sumido en frescas sombras y olía a dulce.

—¡Buenos días, ciudadano de Acudid! —le saludó una voz alegre y, de entre las sombras, surgió un Agente de Uno —. Mi nombre es Miau, ¿en qué puedo ayudarte?

Su apariencia era rara: tenía la piel púrpura y tres ojos en la cara. Además, en vez de pelo le surgía de la cabeza tres pinchos que apuntaban al techo. Goedi no reaccionó de ninguna manera porque él ya estaba acostumbrado a la apariencia de los Agentes de Uno.

—Hola... venía para... tenía información sobre dos criminales...

—¡Eso está muy bien! ¿Quiénes son esas personas? —preguntó Miau sonriendo.

—La Mujer de la Boca de Hipopótamo... y la Señora del Terror, pero a esta última no la vi. Pero siendo... no sé... una la secuaz de la otra... creo que lo más seguro es que también esté en la isla —dijo Goedi.

—Sí, sí... eso suena bastante lógico... ¿Y dónde puede Uno encontrar a esas viles criminales? —preguntó Miau.

—En la casa del ciudadano naranja Soalfón Dorizeug... —comentó Goedi.

Entonces se dio cuenta de una cosa: a su amo no le gustaría nada que los Agentes de Uno se presentasen en su casa.

—¡Oh, el pintor! No me gustan nada sus cuadros, no son de gatos —dijo Miau sonriendo —. Como bien sabrás, solo te daremos la recompensa si capturamos a esos criminales.

—Ya lo sé... —suspiró Goedi.

—¿Y cómo te llamas? Necesitamos tu nombre para darte la recompensa —preguntó Miau.

Goedi pensó que quizás podía mentirle al decir el nombre, de esa manera su amo no se enteraría de que fue culpa suya de que los Agentes de Uno fueran a su casa. No obtendría la recompensa, pero se libraría de la furia de Soalfón.

—Goedi... Goedi Zongelaz... Pero favor, ¿podrías no decirle a Soalfón que fui yo quien dio el chivatazo? —preguntó sonriendo, ¿por qué no tener las dos cosas? El dinero de la recompensa y que su amo no se cabrease con él.

—¡Por supuesto! 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora