57. Miau

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La persona que llamaba al timbre de la casa de Soalfón era Miau, el Agente de Uno. Él causó bastante sorpresa en Muma porque era la primera vez en su vida que veía a alguien morado y con tentáculos en la cabeza. Soalfón invitó a Miau al salón, espacio amplio con un ventanal que daba a un jardín modesto, y sirvió una bandejita con tres tazas de té acompañado de unas galletitas con rocío de chocolate.

—Normalmente no recibo visitas de los Agentes de Uno... Desafortunadamente, mi comportamiento no es tan escandaloso como para merecerlo —dijo el pintor, acomodándose en uno de los sillones y en el del lado se sentaba Muma que no podía apartar la mirada de Miau, acomodado delante de ellos dos.

—No es nada... en realidad sí que es algo: recibimos un chivatazo de un Violeta llamado Goedi. Nos dijo que tenía información sobre la Mujer con la Boca de Hipopótamo y La Señora del Terror —dijo Miau con una gran sonrisa en la cara, pero unos segundos bastaron para borrársela —. Oh, no... se supone que no tenía que decir el nombre de Goedi...

—Menuda rata chivata... —murmuró entre dientes Muma. Estaba cabreada, cabreo incrementado porque cuando Miau soltó de lo "boca de hipopótamo", Soalfón le lanzó una mirada. Cogió una galleta y la devoró de un bocado: estaba rica.

—¿Entonces debo suponer que eres tú esa criminal? —preguntó Miau y sus tres ojos quedaron clavados en Muma.

—Yo... —dijo, pero su mente no logró encontrar una mentira a tiempo.

—No te preocupes, tú no nos interesa. Solo la Señora del Terror. Si me pagas los créditos de la recompensa, todo estará solucionado —dijo Miau esgrimiendo una gran sonrisa. Comía una galleta, le daba bocados pequeñitos y del té sorbía con delicadeza.

—No tengo nada de dinero... ¡Mierda! —gritó al darse cuenta de que de esa manera había desvelado su verdadera identidad.

—¿Cuánto es? —preguntó Soalfón y en su voz no se encontraba nada de la pereza anterior.

—Quinientos créditos —dijo Miau.

—Lo pagaré yo, a menos que te resulte incómodo que lo haga —le dijo el pintor, lanzándole una mirada a Muma.

—No, incómodo nada —dijo Muma.

Lanzó un suspiro: se había librado y, por fortuna, Muma era una coneja. Así que básicamente era imposible que descubrieran su identidad.

—¡Perfecto! Me alegra que todo se arregle sin complicaciones. ¿Sabes algo de la Señora del Terror? —preguntó Miau.

La mente de Muma se puso a toda velocidad intentando encontrar una mentira razonable.

—Ella... llegué con ella al puerto a bordo de la tortuhogar... Después nos separamos, no sé a dónde se habrá ido —explicó Muma.

—¿La tortuhogar robada está aquí? Interesante, ¿en el puerto? —preguntó Miau.

—Sí... —murmuró Muma con tristeza: ya veía como la iban a separar de Tunante, pero si contaba que había venido en otro barco tarde o temprano descubrirían que mentía.

—Eso es todo, ¡muchas gracias por su colaboración! —dijo Miau, inclinando la cabeza dirección a Muma. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora