Atardecía el quinto día desde ese momento en que a Zorolen se le ocurrió la genial idea de retar al, fracasado, pintor Soalfón. Y justo dentro de dos días, que pasarían como suelen pasar todos, tendría lugar el esperado acontecimiento justo en el interior de la tortuhogar Tunante, a la cual le importaba tres pimientos lo que sucediera o dejara de suceder.
Aquel concurso de meadas largas, ¿traería buena suerte a los participantes o todo lo contrario, la gente recordaría con cariño tal acontecimiento o sería un punto negrísimo en la historia de la ciudad? Solo faltaban dos días, que pasarían como suelen pasar todos, y todo empezaría y todo terminaría, para bien o para mal.
De todas formas, Nadría no se encontraba demasiado preocupado por tal fecha y lo cierto es que debería estarlo. ¿No se suponía que era su misión plantarle tres tiros o más a la tirana Reina Arco Iris? Y luego se convertiría en un héroe y todo el mundo le querría... Vaya, él no era tan ambicioso: simplemente se contentaría con que todas las hermosas mujeres jóvenes se derritieran al verlo.
Aunque lo cierto es que, cuando entró a su habitación a la hora de cerrar el bar, su mente no se encontraba precisamente entregada a sueños de sangre y gloria. Bajó por las escaleras de mano que conducían desde la primera planta hasta el centro de su dormitorio, y se tiró a la cama, sin desvestirse ni nada. Desde luego, había sido un día cansado de trabajo constante, cruzando entre las mesas llenas de clientes sonrientes, sorbiendo cerveza, hablando a voz de grito, riéndose con la felicidad a rebosar...
Cuando se tiró a la cama, una sonrisa boba apareció en su rostro y los recuerdos de aquel día se volvían luminosos, llenos de alegría, de sensaciones reconfortantes como abrazar a un gran osito de peluche. No era por el trabajo, puede que en parte sí, pero lo más importante era ella. Sí, ella: una mujer, de cabello largo y cuidadosamente recogido y unas grandes gafas que aliñaban un pequeño y curioso rostro de una recatada belleza.
Nadría negó con la cabeza, no... Claro, él no diría recatada belleza. Había algo artificial en esa forma de hablar y no expresaba lo que aquella muchachita morena le inspiraba. Quizás sería mejor no utilizar la palabra belleza, sino algo más mundano, más cercano a la realidad. Guapa quizás, mona mejor, pero al pensar en esa palabra Nadría se imaginaba a una chimpancé con un lacito rosa en la cabecita que gritaba y daba vueltas alrededor suyo.
Ella era, la chica que conoció en el Restaurante errante, una mujer normal... una chica como las demás, no de una hermosura que llamase la atención, con unos bonitos ojos ocultos tras unas grandes gafas y una boquita pequeña que, al mirarlo, sonreía con modestia, humildad, quizás con miedo a ser descubierta.
Ella fue la razón, sola y única, de que comenzara a tener dudas acerca de dispararle a la Reina.
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Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...