190. Arena

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 El malhumor cayó sobre Muma, tempestad de nubes negras y granizo que dolían como guijarros lanzado con bastante mala leche. Lo que a primera vista parecía que se encontraba entre dedos, se desvanecía entre los huecos como si se tratase de arena. ¿Es que nunca sería capaz de devolver a Nuna a su forma de mujer o qué?

—¿Y seguro de que no hay ninguna manera de despertar a Seren? —preguntó Muma, la esperanza es lo último que se pierde, aunque solo fuera un resquicio de luz en medio de la oscuridad de la noche sin luna.

Antonio se quedó pensativo, mirando a la coneja negra que se hallaba al lado de Muma, rozando con su pelaje el talón de la mujer.

—Si la hay... yo no tengo ni idea. Tampoco es que sea un experto en esas cosas —dijo al final el brujo, pero con esas palabras una nueva esperanza nació en la mujer: si él no era el experto, ¿quién lo podría ser?

—¿Hay alguien que me pueda ayudar? —preguntó ansiosa Muma.

—Buenos días, parece que tenemos una nueva visitante —dijo la voz de una bruja madura, de cabello negro en el cual aparecían ya las canas, permanecía en la puerta con un bastón en la mano observando con curiosidad a la recién llegada.

Ella vestía también con una túnica de características brujeriles, pero se le notaba de una mayor riqueza en la composición, dejando sitio para ciertos adornos, apenas toques delicados de tela de un dorado oscuro en el cuello, en el fin de la falda y en las mangas. También un collar que le colgaba del cuello, de aspecto sencilla, que terminaba en un medallón con forma de huevo, de color aguamarina.

—Alberta, buenos días —saludó Antonio—. Recién llegó ahora, ¿viste la tortuhogar?

La bruja asintió con la cabeza, sonrisa elegante apareció en su rostro compuesto por los años de una madurez sabia y poco precipitada, ojos negros y entre cerrados, nariz aguileña y un mentón que suavizaba los ángulos rectos de tan seria composición.

—La he visto, es un restaurante, ¿verdad? —preguntó Alberta examinando a Muma, intentando ver a simple vista si había en ella algo de malo, algo de peligroso...

—Sí, sí... pero eso no es lo que importa ahora. Necesito saber si se puede liberar a Seren, ¿vale? —preguntó ella y, ante la cara de sorpresa de Alberta, se apresuró a explicar la situación —. Un desgraciado dholoriano convirtió a mi novia en una coneja y según me dijeron la única que puede devolverla a su estado original es Seren. Por favor, es muy importante.

Alberta asintió con la cabeza, desmenuzando la información que le había dado Muma. Desde luego, era una historia absurda, pero ella estaba acostumbrada a ese tipo de acontecimientos, pues no por nada ella vivía en la isla de las brujerías.

—Adriana está estudiando el problema, si habéis acabado aquí te puedo llevar con ella —se ofreció Alberta.

—Oh, yo ya tengo todo lo que necesitaba —dijo Antonio. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora