Soalfón se había sentido bastante seguro cuando aceptó la apuesta con Zorolen porque creía que su retrato de Muma se convertiría en una obra maestra. Pero poco tardó en ser mordisqueado por el gusanillo de la duda y ya al primer día perdió el apetito, la comida no le sabía y solo era capaz de pensar en aquel retrato. ¿De verdad sería capaz de conmover a la reina con algo tan sencillo?
Aquella misma noche, su sueño fue torturado por innumerables pesadillas. Sentimientos de oscuridad, perdido en una inmensidad en donde eran desconocidos los puntos cardinales, sus gritos eran devorados por un la negrura. Perdido, se encontraba perdido en medio de la nada, para siempre, olvidado, convertido en una sombra que pronto sería ceniza y luego nada.
Se despertó de la pesadilla, quedando el miedo como recuerdo. Con la angustia apretándole la garganta, corrió hacia su estudio sumido en las sombras y se quedó observando el cuadro de Muma, justo en el centro de la estancia. Del antiguo orgullo no quedaba ni una pizca, había sido intercambiada por vértigo en la boca del estómago. No creía que fuera capaz de conmover a la reina y, para ser sinceros, el cuadro ya no le gustaba ni a él mismo. La anterior confianza solo había sido un engaño provocado por sus ganas de crear algo verdadero, pero solo había sido un sueño que se olvida al despertar.
Las paredes, cubiertas por innumerables retratos de mujeres, rostros a medio terminar que lo miraban con burla y casi podía escuchar el eco de carcajadas lejanas. Fracaso, aquel estudio apestaba a fracaso, a ideas que relucían en su mente, pero en el papel perdían todo el encanto. Y pensaba que con Muma sería diferente porque había logrado capturar la imagen de su mente en papel, pero a la hora de la verdad descubrió que... eso no importaba para nada. Seguía siendo un fracasado, siempre lo sería, era imposible escapar al destino que te atrapa.
—Dejar de reíros... —murmuró Soalfón, vestido con unos pantalones de seda, blancos, impolutos, y resbalaban gotas de sudor por su cuerpo.
Hacía calor, pero no quería beber, no quería el alivio de un baño, quería el sufrimiento. Lo merecía, se merecía un castigo, por haber creído que sería capaz de hacer algo hermoso, pero solo consiguió condenarse a las burlas del séquito de la reina, del hombre rana y a la furia de Serren.
—¡¿Queréis callaros de una vez?! —gritó Soalfón, las risas se hacían más voluminosas a cada paso y eran cuchillos atravesando su cerebro.
Rostros deformes de mujeres horrendas lo miraban con desprecio, jodidas risas que escapaban de sus bocas como serpientes escupidores de veneno. Todo el mundo se reía de lo patético que era, de la mierda de sus putos retratos. No era nada más que una patética broma y nunca en su vida había hecho nada digno de mención.
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Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...