97. Las nuevas

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Naida frunció el ceño al escuchar la amenaza a cortar la lengua, le sorprendió escuchar tal barbaridad. Pero al mirar a la mujer del pelo rosa, no creía que tuviera el aspecto de ser una persona que se dedicara a realizar semejantes barbaridades. De todas maneras, la curiosidad rasgó sus cuerdas vocales componiendo la siguiente pregunta:

—¿Eh...? ¿Eso es una frase hecha...? —preguntó Naida.

Nunca jamás en su vida había escuchado algo semejante, pero podía ser que fueran engendradas en la isla natal de Micaela. Estaba más que claro que ella no provenía de Asli: ya fuera por el peculiar color rosado de su cabello, por la forma en que vestía, aquel nombre extraño y el raro acento que embadurnaba sus palabras. .

—No, no... Literal del todo. La gente sin lengua no va por ahí soltando secretos... y supongo que lo mataremos también, tirarlo al fondo del mar para que los pececitos se lo coman —dijo Micaela con un tono alegre que no pegaba nada bien con lo macabro de sus palabras.

Naida se estremeció y lanzó la mirada a Muma, para ver si ella se encontraba igual de afectada.

—Bien, los traidores no merecen otra cosa —comentó la rubia, asintiendo con la cabeza ante la consternación de Naida y las palabras lloraron de su boca:

—¡Pero eso es matar a una persona! ¡Eso está mal!

Micaela se quedó mirando unos segundos largos a Naida, al final le dijo:

—Sí, ¿y qué? Una revolución no se hace con guantes de seda.

Todo eso le parecía horrendo a Naida, aunque creía que los túnicas Violetas se merecían mayores derechos, estaba convencida de que aquella no era la manera de conseguirlos. De todas formas, no sabía la manera correcta de expresar los pensamientos dolidos que gimoteaban en su cabeza.

—¿Se puede saber qué pasó con Goedi...? Pasó corriendo a mi lado y ni siquiera me saludó... —dijo Somat que, al ver quién se encontraba en el interior de la cocina, se quedó con la boca abierta —. ¿Naida, Muma...? ¿Se puede saber qué estáis haciendo aquí?

Fue Micaela quién respondió al joven de pelo negro:

—¿Las conoces? Mejor, así no hacen falta liarse con las preocupaciones: ellas son nuestras nuevas miembros, ellas nos ayudará con la revolución —dijo con una sonrisa de suma confianza, cosa que a Muma no le gustó nada: estaba agradecida con que le salvara de los policías, pero unirse a aquella misión de locos no entraba en sus planes.

—Se suponía que ibais a hacer turismo... —dijo Somat, la miraba pasaba de Muma a Naida.

Micaela le dio una palmada en la espalda a Muma y explicó:

—Pues poco duró la idea, vi como esta dejaba fuera de juego a un azul y cuando acorralaron a las dos en un callejón tuve que salvarlas sí o sí.

—¿Atacaste a un azul...? —preguntó Somat observando con interés a la mujer con la boca de hipopótamo.

—No me quedó otro remedio... —suspiró Muma. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora