En el estudio de Soalfón, Muma posaba desnuda desde los pies a la cabeza. No llevaba ni bragas ni sujetador ni la túnica. De lo único que no se había despojado era de su Corona de Margaritas, pero solo porque quería estar protegida las veinticuatro horas del día. Asentaba las níveas nalgas sobre la cumbre de una columna de estilo jónico y posaba de una manera que, erróneamente, creía que la dejaba bien hermosa.
—No hacía falta que te desnudaras... —dijo Soalfón mientras su lápiz recorría con velocidad el papel.
Él estaba sentado en una silla de madera, a cierta distancia de la joven Muma.
—No me importa hacerlo, todo sea por el arte —dijo Muma, con una gran sonrisa en la cara.
Por alguna razón, ya no encontraba tan repugnante la idea de estar desnuda en frente de alguien que era prácticamente un desconocido. Todo estaría bien siempre y cuando no quisiera tocar las mercancías. Entonces tendría que hacer uso de una de sus bofetadas, pero como le gusta darlas a diestro y siniestro, tampoco le molestaría tanto. Es decir, le causaría disgusto que intentara sobarla, pero la bofetada le haría sentirse un poquito mejor.
—Ya te dije que estoy haciendo un retrato, ¿no? —preguntó Soalfón.
—Ya, ¿pero sabías que Sergio Leone hizo que en una escena aparecieran cien extras detrás del protagonista? ¿En una escena en que no se veía a ninguno de ellos? Lo hizo para darle ambiente y eso mismo estoy haciendo yo —dijo Muma, otra de las razones de que se quitara la ropa con tanta alegría es que hacía un poco de calor y se había tomado una copa de un licor que pronto se le subió a la cabeza.
—¿Quién...? —preguntó extrañado Soalfón.
—Un director de cine... ¿Tenéis cine aquí? —preguntó Muma.
—Sí, pero me temo que no conozco a ese tal Sergio Leone... que nombre más raro... —contestó Soalfón.
—Debe ser porque vengo de otro mundo. Verás, morí y un dios llamado Zaltor me mandó para aquí... y ahora lo estoy buscando para que me devuelva a mi mundo. Aunque ahora mismo no me importa demasiado —dijo Muma, cada día que pasaba le importaba menos y menos y el recuerdo de su mundo natal se iba difuminando en su mente más y más.
—Ese nombre sí que me suena, es el gobernador de una isla que queda un poco lejos... Zaltoria se llama —dijo Soalfón.
—Qué humilde el idiota... ¿Sabes una cosa, Soalfón? Creo que... quizás sea buena idea quedarme en este mundo una temporada. Es divertido, ¡aquí tenéis tortugas con casitas encima! Y además conocí a Nuna... —dijo Muma.
—¿Y ese conejo también te acompañó desde tu mundo? —preguntó mirando a Nunanejo.
Ella se encontraba comiéndose unas uvas, sobre un trapo extendido y bien cerquita de Muma. Todavía no quedaba demasiado claro si dentro de la cabecita de Nunanejo estaba la mente humana de Nuna o esta se había convertido en puro pensamiento conejil.
ESTÁS LEYENDO
Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...