155. Después del cuadro

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La reina descubrió el cuadro y una carcajada nació y murió en la garganta de Soalfón. El momento había llegado, el momento de la verdad, el momento en que su leyenda nacería, el momento en que se convertiría en un mártir del arte. Sus ojos cayeron sobre el cuadro y las risas nerviosas nacían y morían en su garganta, sin llegar a su boca, sin llegar a ser expulsadas.

Soalfón esperaba el momento en que nacieran los gritos, la furia y el ruido, que cayera sobre él como rayos, como ira divina y purgadora. Estaba más que dispuesto a morir, en realidad es lo que quería: morir por una idea, morir por el arte esquivo, morir y despojarse de la fea carne humana, cárcel del alma y de la verdad.

Todo el mundo miró el cuadro, descubrió su contenido, se quedaron en silencio, un tenso momento de momentos en el que los segundos se hacían eternos y las palabras morían por su propio peso, sin llegar nunca a ser escuchadas. El sonido de un segundo marcado por la aguja de un reloj quedó suspendido en el aire, marcando el tono de aquel momento en apariencia sin importancia, pero que la tendría.

Zorolen se encontraba al lado de Soalfón, con la boca abierta, no se había esperado ni en mil años que aquel fracasado pintor se le hubiera ocurrido pintar semejante cosa. No sabía qué pensar, solo mirar el cuerpo decrépito y desnudo de la reina, era un insulto, ¿era un insulto? ¿O era otra cosa? ¿Cuál era el motivo de aquel cuadro? ¿Cuál era la intención? Desde luego, no había intentado hacer un halago pintado porque era... feo, sin lugar a dudas, ¿pero insultante? Zorolen no lo sabía, pero pensaba que la reina, su orgullo, podía entenderlo de aquella manera.

Nadría sentía el peso de la pistola oculta y el deseo de hacer historia. Para él puede que fuera el momento más importante de su vida, uno que podría cambiar el rumbo de la isla en la que había nacido, podía marcar su nombre en todos los libros historia, podía convertirse en héroe para unos, en villano para otros. Pero... ¿Por qué dudaba? Antes estaba seguro, pero después de haber visto el cuadro, el cuerpo miserable de aquella mujer, no lo estaba tanto. Ya no le parecía tan heroico porque reventarle la cabeza a una mujer de carne y hueso no lo era y nunca lo sería. Por muy reina que fuera...

En cuanto a Butfais, solo él sabe lo que pensó sobre el cuadro y en realidad no se sabía si lo veía o no, pues, como ya se ha mencionado en más de ocasión, llevaba puesto un casco que le ocultaba los ojos. De todas formas, poco importaba el dholoriano, aquí lo que importa es Serren y su reacción al cuadro. Y estaba llorando, copiosas lágrimas le hacían brillar las mejillas, lloraba en silencio, pero ¿qué significaban sus lágrimas? 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora