156. Un nuevo fracaso

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 La reina lloraba copiosas lágrimas que brillaban en sus mejillas y la razón era que aquel retrato de cuerpo entero había logrado conmoverla de una manera profunda. No recordaba cuando había sido la última vez que alguien la había tratado como una mujer y no como la Reina Multicolor, la Corte Real del Castillo Paleta no era nada más que una farsa de careta sonrientes y cuidados palabras para endulzar oídos, no había nada real en aquel desolado páramo sin humanidad, solo imitaciones de personas que danzaban a su alrededor chupándole la sangre sin importarles lo más mínimo que se fuera a quedar seca.

En este caso concreto, Serren esperaba encontrarse con un vulgar retrato idealizado de ella misma, una belleza sin parangón, ejecutada sin gracia y con el único interés de ganarse su favor. Pero no, nada más lejos de la realidad, lo que se encontró fue una imagen descarnada de una humanidad real, triste, de un patetismo desbordante que hizo florecer las lágrimas sinceras, lloraba por eso, ella creía que el pintor había querido retratar a la persona, no a la reina. A pesar de eso, pensó que quizás se había pasado un poco porque ella no era tan decrépita, pero se imaginó que era una licencia artística para que el mensaje quedase claro.

—¡Me encanta! ¡De verdad que me encanta! Soalfón... ¿Ese es tu nombre, verdad? Me gusta mucho tu retrato... es brutalmente sincero, sin miedo, honesto... —dijo la reina, con una voz rebosante de alegría.

El deseo de morir murió, pero por la excitación del momento se había olvidado de ese pequeño detalle, de que entre ellos había un joven pelirrojo que tenía una pistola cargada y cargaba todavía con las dudas de sí disparar o no, de convertirse en un héroe, un villano o hundirse en el mar gris del absoluto anonimato.

—¿Qué...? —murmuró Soalfón, abrió y cerró los ojos, confuso ante la sonrisa en la cara de la reina, una en la que no había nada de rabia ni ganas de hacer daño.

—Parece que los has conseguido... —dijo Zorolen, no menos confuso que Soalfón. No sabía que pensar sobre aquel retrato, no sabía las intenciones del pintor, no comprendía demasiado bien la felicidad de la reina. Pero reconocía el valor de Soalfón de pintar aquella cosa horrenda y tuvo que reconocer que el estilo y la composición no se estaban nada mal. Al sabor amargo de haber perdido también se le juntó alivio porque en realidad no deseaba la furia de la reina ni siquiera si iba dirigida contra el idiota de Soalfón.

—¿Qué...? —preguntó Soalfón, dándose cuenta poco a poco que no había conseguido su objetivo de enfurecer a la reina.

Había fracasado. Incluso cuando ganaba, perdía... comprendió que no se sentía insultado sino halagada, juntamente lo contrario de lo que era su intención. Y a pesar de que era mil veces mejor este resultado, lo único que sentía Soalfón era el hierro candente del fracaso.

Y era absoluta y completamente insoportable.  

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora