141. La ausencia

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 —Qué raro... —dijo Butfais mientras se rascaba su pronunciado y gris mentón.

Delante de él se encontraba Nadría, quién asentía con la cabeza.

—Pues sí, sí... Normalmente Ooh es el primero que se despierta.

Se encontraba junto a la barra larga del Restaurante Errante, en la soledad de una mañana apenas comenzada. Las mesas se esparcían en silencio esperando el inicio de la actividad, aunque ese día no sería uno normal, pues al mediodía llegaría la mismísima reina.

—Nadría, ¿tú estás seguro de que has mirado en todas partes? ¿Incluso dentro del váter? —preguntó Butfais.

—Sí y no hay rastro de Ooh... es como si... no sé... es raro —contestó Nadría y observó el ancho local, intentando que su mente no girase hacia ideas siniestras que le giraban en el tío vivo de su cabeza. Entre los cuales se encontraban fantasmas y extraterrestres.

—Sí que es raro. Espero que no le haya pasado nada demasiado malo —dijo Butfais, él no pensaba en fantasmas precisamente, pero pensó que quizás Tunante, cansado de su actitud chulesca, decidiera comérselo. Por lo que sabía, las tortugas marinas eran omnívoras, pero no sabía si se podía decir lo mismo de las tortuhogares.

—¿Y si Ooh nunca existió? —preguntó Nadría, con un susurro de voz que sonó como el viento silbando entre las lápidas de un cementerio abandonado.

—¿Qué tonterías estás diciendo? —Esa teoría no convencía a Butfais porque, normalmente, la gente que no existe no habla ni tiene apariencia física. Las personas que no existen simplemente no son nada, menos incluso que los fantasmas.

—Piénsalo bien... ¿Algunas vez tocaste a Ooh? Eso quiere decir que posiblemente fuera el producto combinado de nuestra imaginación o algo por el estilo... Mira, no digo que sea eso lo que pase, solo que puede que pasara —dijo Nadría.

Para ser sinceros, él no creía demasiado en lo que estaba diciendo. Solo abría la boca y dejaba que las palabras fluyeran y, a veces y como en esta ocasión, resultaba que le salían paridas de las grandes. Pero era una persona con confianza en sí mismo, a pesar de que no se comía una rosca, y no tenía miedo a dejar que su boca soltara todo lo que quisiera soltar, quizás por eso no se comía una rosca.

—Es una posibilidad —comentó Butfais dirigiéndose a la caja registradora.

—Sí, pero tampoco podemos dejar de lado la idea de que puede ser un fantasma. Quizás murió aquí y tuviera cosas por... pero los fantasmas no reciben cartas —dijo Nadría, acordándose delo búho que había entrado en el bar la noche anterior con una carta colgada en el cuello —. Ni las personas que no existen...

—Se ha ido a su casa —dijo Butfais.

—Oh, ¿y cómo sabes eso? —preguntó escéptico Nadría, no era una teoría atractiva porque no era una idea alocada.

—Nos dejó un mensaje en la caja registradora, dijo que volvía con su mujer.

—Ala, bien por él.

—Y se llevó todo el dinero que hicimos ayer.

—¿Pero qué...? 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora