118. El nuevo dormitorio

10 3 24
                                    

 En menos de lo que canta un gallo, el incómodo espacio en dónde había estado unos angustiosos y largos minutos se había convertido en una habitación que, aun siendo un pelín pequeña, tenía todas las comodidades que uno podría desear: una cama pegada a una pared que incluía una almohada y sábanas, un armario amplio en donde se podría colgar una gran cantidad de ropa y guardar bastante ropa interior y un escritorio, en dónde sentarse para leer u libro o quizás escribir uno.

Por haber, incluso había una televisión y lo primero que hizo Nadría fue encenderla y lanzar un grito de excitación al ver qué funcionaban. Echaban unos dibujos animados, sobre un grupo de caballeros que protegía a la isla de toda clase de monstruos horrendos: entre ellos, había un largo lagarto que escupía fuego por la boca, una majestuosa y mortal polilla, un dinosaurio volador e incluso un dragón que contaba con tres cabezas.

—Pero lo que no veo por aquí es un nevera... ¿No podrías...? —preguntó, suponiendo que la tortuhogar Tunante era capaz de escuchar lo que se decía en el interior de la casita.

Y en nada, Nadría se dio cuenta de que sus suposiciones eran ciertas porque las paredes comenzaron a cerrarse sobre él. El recuerdo de los angustiosos minutos que estuvo en la versión original de la estancia provocaron que lanzara un grito de terror y se apresurara a decir:

—¡No, no me hagas caso! ¡Así está genial! ¡No necesito una nevera aquí para nada!

Las paredes cesaron su avance y Nadría lanzó un suspiro de alivio, seguido de inmediato por su barriga rugiendo de hambre. Todavía le quedaban las provisiones de la mochila, pero comprendió que eso no le daría para aguantar los seis días siguientes.

Tendría que salir de la habitación que recién le había creado Tunante e ir a la cocina a agenciarse algo de comer. Para irse solo tuvo que subir por unas escaleras de mano que nacían en el centro del nuevo dormitorio y llevaban hasta el techo en donde había una trampilla.

La abrió con cuidado, descubriendo que daba justamente al restaurante: pudo ver las mesas y las sillas, también la barra en donde la noche anterior se habían servido innumerables cervezas. Todo estaba dormido, en la inactividad de una mañana en donde el negocio no había empezado.

Sintiéndose a salvo, salió del dormitorio y caminó hacia la cocina. Allí se encontró con una inmensa nevera y en su interior una gran cantidad de comida: queso, lechuga, tomate, filetes de carne apiñados...

—Buenos días —escuchó decir una voz detrás de ella y, al darse la vuelta, se encontró con una imagen terrible.

Era Butfais, el dholoriano, que lo observaba con curiosidad. Aunque a decir verdad, no se podía decir que lo estuviera observando debido a que llevaba un casco cubriéndole la mirada.

—Hola... —dijo Nadría, era imposible escapar porque Butfais bloqueaba la puerta. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora