143. Muma lo tiene claro

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 Muma lo tenía claro: iría al Restaurante Errante e intentaría parar el asesinato de la Reina Multicolor. La razón era bastante simple, si lograba salvarle la vida a ella no le quedaría otra que devolverle el favor y, de esta manera, lograría convertir a Nunanejo en Nuna de nuevo. Y podría besar, acurrucarse bien juntitas y otras cosas, como follar desde el anochecer hasta el amanecer.

—No te preocupes... ¡Te salvaré! Eso o moriremos en el intento, pero lo haremos juntas —decía Muma, en su habitación del mísero cuartel general de la revolución, delante de un armario abierto y observaba la ropa con aire inquisidor. Necesitaba tapar su rostro para que los condenados azules no le dieran bien dado.

En la cama se encontraba Nunanejo, con su naricilla moviéndose continuamente y al lado de unas caquitas que recién había hecho. Una de las ventajas de ser animal y no persona es que podía hacer sus necesidades en cualquier lugar sin que nadie le diera la tabarra, pero, por otra parte, no podía besar a Muma ni acurrucarse durante ella ni tampoco hacer el amor.

—Y nos podremos ir de esta isla de una vez por todas, demasiado tiempo en ella... ya estoy un poco cansada, ¿tú no, Nunanejo? —le preguntó Muma y, como es más que obvio, no obtuvo ninguna contestación. En ese momento, la boca hipopótamo cogió un foulard rosado y se cubrió la cara con él —. Todo por culpa del imbécil de Butfais, por darte esos caramelos del carajo... Espera un momento, ¡es tu culpa, Nuna! ¡¿Por qué te tuviste que comerlos?! —le preguntó con rabia la rubia, pero la coneja ni se inmutó: un animal carece de responsabilidades, solo vive el presente sin preocuparse ni por el pasado ni por el futuro.

Refunfuñando palabrotas e improperios, Muma cogió un sombrero de paja adornado con flores marchitas. Se lo colocó en la cabeza y le pareció bastante bien el medio disfraz que se había puesto, seguramente los azules no la reconocería y, de hacerlo, pues quizás su Corona de Margaritas fuera capaz de protegerla.

—Creo que me olvidé de cómo es besarte, Nuna. Y eso me parece muy triste, quiero estar de nuevo contigo... y sé que es peligroso, pero es la única manera. Vamos, métete en el bolso —dijo Muma, que había abierto el enorme susodicho sobre la cama y Nunanejo dio unos saltos hasta meterse en él.

Después, se colgó el bolso al cuello y, antes de salir del cuarto, se fijó en unas gafas de sol que había sobre la mesilla de noche. No dudó ni un segundo, las cogió y se las colocó, así su disfraz se encontraba completo. Salió del cuarto y se encontraba contenta porque por fin iba a dejar atrás aquel piso de humedad y oscuridad. Recorrió a toda velocidad los corredores hasta llegar al salón. Delante de la puerta de salida se encontraba Micaela, mascando chicle de manera agresiva.

—¿Adónde crees que vas tú? 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora