148. Perdida en la gran ciudad

12 3 23
                                    

 En un callejón solitario, Muma jadeaba sudorosa. Había corrido con la idea de llegar cuanto antes al puerto en dónde se encontraba Tunante con el restaurante encima, pero por desgracia no tenía ni idea de cómo moverse por aquella gran ciudad y terminó cansada. El corazón le latía desquiciado, pero no solo era del esfuerzo, sino que también era producto del miedo que le provocaba que la reina fuera asesinada. No por ella, pues la monarca le importaba tres pepinos, sino por Nunanejo y el temor de que nunca jamás volviera a ser una bella humana.

Maldiciones abruptas nacían y morían entre los desesperados intentos por recuperar el aliento. Miró a su alrededor y decidió que se arriesgaría a preguntarle a alguien la dirección, antes no lo había hecho, pues tenía el miedo de que alguno de los ciudadanos la reconocieran y llamaran a los azules. Pero en ese momento decidió que ya no le importaba, que si no lo hacía la bruja moriría.

Por otra parte, al girar sobre sus talones descubrió que no había nadie y eso no le gustó nada. Se mordió el labio inferior matando los intentos de que pegar unos cuantos gritos, no quería llamar demasiado la atención y el foulard, las gafas de sol y el sombrero de paja eran ya bastante cantosos.

De pronto, alguien apareció girando por una esquina: la primera alma humana que se dignaba a aparecer por aquella tortuosa calle de muchos giros y pocas salidas. De todas formas, la alegría pronto se le amargó al descubrir que se trataba de un azul.

Se dirigía hacia ella y sonreía, aunque poco a poco la sonrisa fue desapareciendo y la mano de él cayó sobre la miserable porra abolladora de cráneos.

—¿Podría enseñarme su cara, extranjera? —le preguntó el azul.

Aquello era injusto, pensó Muma. Y esa idea hizo nacer la furia en su corazón, era realmente una injusticia que todo y todos se interpusieran entre Nuna y ella. ¿Por qué? ¡Si lo único que quería era hacer turismo a lo largo y ancho del Archipiélago de las Mil Islas! Sintió una energía negra entre sus manos, la pudo tocar como quién acaricia un mono conejo, algo que era poder y era suyo, o por lo menos de algo que en esos momentos era de su posesión: la Corona de Margaritas. No lo pensó, lanzó esa energía en dirección al azul y salió volando, cayendo unos metros más adelantes y no se volvió a levantar.

Muma se acercó, con el miedo apretándole la garganta: no quería matarlo, solo dejarlo fuera de combate. Y se alivió al ver que únicamente se encontraba desmayado. Fue en ese momento cuando una idea surgió en su cabecita: ¿Por qué no robarle la ropa y hacerse pasar por una azul? De todas formas, necesitaba una manera de entrar en el Restaurante y si iba vestida como uno de ellos, quizás la dejasen entrar.

Sin perder el tiempo, Muma desnudó al hombre y se vistió con aquella túnica azul. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora