102. La cena

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—Muma, Muma... despierta... Es hora de cenar —dijo una voz que al principio confundió con la de Nuna, pero al abrir los ojos, despertándose del extraño sueño que en nada olvidaría, Muma pudo ver que se trataba de Naida, la chica de la carita pálida, la princesa de aquel reino arcoíris.

—¿Ya es de noche...? —preguntó, se levantó del sofá y el cuerpo le dolía, quejándose de lo incómodo que había resultado aquel torturado descanso. No se sentía descansada, sino incluso más cansada que antes de quedarse dormida.

—Sí, son las ocho —le informó Naida.

En la mesa del salón, se encontraban sentada Micaela, Nadría y Somat, pero de Goedi no se veía ni un pelo y eso alegró a Muma. No quería volver a ver la escuálida cara de aquella rata en su vida o quizás sí porque, de súbito, pensó que sería bastante atractivo darle una buena bofetada.

—Es insostenible continuar cómo estamos, los túnicas Violetas no tenemos casi derechos y los pocos que tenemos son una broma. Nadie nos respeta, no es que seamos ciudadanos de segunda, sino que somos de tercera o cuarta... Por eso las cosas no pueden continuar así y es necesario actuar cuanto antes... —decía Somat, palabras que poco le interesaban a Muma.

Ella lo único que quería hacer era que Nunanejo volviera a ser humana, no la conejo que correteaba por el suelo, aparentemente feliz. Una mueca de tristeza apareció en el rostro de Muma mientras, como alma en pena, recorría el espacio que había entre el incómodo sofá y una silla vacía en donde sentarse junto a los demás.

—Pero... pero... ¿Por qué tienen que ser mediante métodos violentos...? La violencia solo provoca más violencia, no creo que se arregle nada siendo... violentos —decía Naida y su voz minúscula parecía perdida en mitad de aquel salón de tonos marrones empantanados, pero los otros tres la escuchaban.

—No puede ser de otra manera, Naida... —dijo Micaela, no se molestó en decir la razón.

Había una botella de vino tinto sin etiqueta en medio de la mesa y Muma se llenó un vaso hasta el borde. Tenía ganas de beber, de ahogar la depresión que la inundaba por dentro. De comer había unos panes en el medio de la mesa y, al tocar uno, lo sintió caliente. Le dio un mordisco, sorprendiéndose al encontrar que estaba relleno de queso fundido.

—Esto está bueno... —dijo y, solo por eso, se animó un poco.

También ayudaba el hecho de que ya iba por la segunda copa de vino. Le sabía bien y entraba con facilidad, pronto pensó que quizás sería buena idea emborracharse y dejar las preocupaciones para la Muma del mañana.

—¡Escuchad mi idea! Después de cenar vamos al nuevo restaurante, ese que está sobre una tortuga. Está genial, ya os dije que fui por la tarde y me bebí una cerveza que sabía deliciosa. Además, creo que el destino me dice que debemos ir allí: va a suceder algo importante —dijo Nadría. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora