111. Resignación

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 En un segundo, la noche se tornó en pesadilla. La garganta rajada de Somat vertió sangre abundante, cortada por una larga espada que había surgido, como por arte de magia, en la mano de Euliaro.

Naida gritó al ver como Somat caía al suelo, aferrándose la garganta, viendo como la sangre saltaba entre los dedos. Era un gesto condenado al fracaso, solo era cuestión de escaso tiempo que muriera desangrado.

Ni siquiera intentó levantarse de nuevo, una vez tumbado en el suelo Somat ya no volvería a levantarse. Los dedos tintados de rojo que aferraban la garganta cortada pronto perdieron la poca fuerza que le quedaba.

—Debemos irnos de inmediato, tu madre está preocupada —dijo Euliaro, limpiando la sangre que manchaba la espada, larga y de una elegancia mortal. En su rostro solo se reflejaba una seriedad imperturbable, no daba la impresión de que acabara de matar a un ser humano. Quizás él no consideraba que Somat, un túnica Violeta, mereciera ser llamado así.

—No hacía falta que lo mataras... —murmuró Naida, sin poder apartar la mirada del cadáver de Somat. Las ganas de huir eran inmensas, pero bien sabía que sería imposible escapar de Euliaro.

—Debía morir, sabía que tú eras la princesa —le contestó el túnica Negra, con una voz en donde la emoción brillaba por su ausencia. Se guardó la espada en una vaina oculta por los pliegues de la túnica y le hizo un gesto a Naida —. Vamos, tenemos que regresar cuanto antes al Castillo Paleta.

—Yo no le dije que era la princesa, fuiste tú —acusó Naida y el impávido Euliaro se quedó en silencio durante unos largos segundos, observando a la princesa, pero sin verla realmente.

—Sí, eso es cierto. ¿Y qué? ¿Qué más da que esté muerto, que esté vivo? Ven conmigo —repitió Eulario, pero Naida negó con la cabeza y dio un paso atrás.

A pesar de que huir fuera imposible, no quería obedecer, quería correr, quería ser libre, no quería ser una princesa encerrada en un castillo para convertirse en una reina. No quería ser una, no quería ser como su madre, ella no había elegido aquella vida.

—No, no quiero ir contigo... ¡No quiero! —rugió Naida, las lágrimas corrían de sus ojos, a pesar de que apenas había conocido a Somat, pero lo cierto es que le hubiera gustado mucho hacerlo.

—Si no vienes, comenzaré a matar a la gente que has conocido durante este día. A todos esos individuos que se esconden en esa húmeda casa. Princesa, sé quiénes son porque te llevo siguiendo durante un largo rato, esperando el momento adecuado para acercarme a ti. ¿De verdad creías que serías capaz de escapar? —preguntó el túnica Negra y con esas palabras las esperanzas de Naida quedaron destruidas: no quería que más gente muriera por su culpa, no merecía la pena.

—Está bien, volveré... —dijo la princesa, asintiendo con la cabeza.

De nuevo regresaba al lugar que más odiaba, para estar otra vez encerrada en aquella jaula dorada. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora