132. Adiós a las armas

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Nadría se encontraba en el dormitorio que Tunante le había creado, son una sonrisa cansada en la cara y la mente revolucionada por el encuentro con Silea. No dejaba de darle vueltas a la idea de si era posible que acabaran juntos, de una manera u otra, ya fuera en plan novios o amantes de una sola noche.

Con una sonrisa boba se tumbó en la cama y apoyó la cabeza en la almohada. Los alegres e ingenuos pensamientos fueron cortados por el sentir de algo duro en el cogote: era la pistola, la misma que había cogido en el cuartel general con la idea de acribillar a balazos a la reina.

La sacó de su escondite, pesaba la negra arma de intenciones funesta, fría como el roce de la muerte, de una negrura que le causaba ansiedad. Se dio cuenta de que no se encontraba tan seguro respecto a la idea de matar a la reina y la razón era: si puedo conseguir novia sin necesidad de matar, ¿por qué no hacerlo?

Ya, ya... tampoco libraría a la isla del jugo de la monarquía ni bla bla bla, pero esas cuestiones no le importaban tanto como a Somat. Y además en el Restaurante Errante pagaban bastante bien y cuando trabajaba, su mente no le daba por tener ideas raras. Se sentía cansado, se sentía bien, se sentía útil y tenía la esperanza de que, en el futuro, Silea fuera su novio o, de no ser ella, otra mujer de igual o mayor atractivo físico.

—Creo que lo mejor es olvidarse de ti... —dijo Nadría, con una sonrisa triste en la boca. Porque a fin de cuentas, ¿no sería bonito convertirse en un héroe de la revolución? ¿No quería que su bello rostro fuera inmortalizado en forma de camiseta? Pero ya estaba decidido, no mataría a la reina, mejor esperar a que la monarquía cayera bajo su propio peso.

Golpes fuertes en el techo, en la trampilla que conecta el piso de arriba con su dormitorio, al cual se baja a través de una escalera de mano.

—¿Hay alguien ahí? Soy Miau, Agente de Uno. Desearía hablar contigo, Nadría —dijo una voz que, a pesar de que sonaba amable, llenó de miedo al pelirrojo.

Tenía una pistola en la mano, tenía prohibido tener una, si lo pillaba un Agente de Uno su futuro se bifurcaba en o ir a uno de los Campos de Reeducación, malo, o que el reino lo colgara o, quizás, incluso, eviscerara en vivo, Nadría no estaba seguro con qué método acometía el reino la pena capital.

Lo mejor sería quedarse en silencio.

—¡Sí, estoy aquí! ¡Puedes pasar, que está abierto! —dijo Nadría, la boca traidora y viperina se había abierto sola, lanzando palabras que prefería ocultar.

Nadría, se levantó de un salto y miró a su alrededor, desesperación y miedo, buscando un lugar en dónde esconder la pistola. En medio del suelo de la habitación había un agujero, se apresuró a introducir el arma allí. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora