19. Rumbo a lo desconocido

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 Pese a las palabras de Nuna, nada malo les sucedió durante su estancia en la isla y ambas pudieron disfrutar de una, más o menos, romántica cena iluminada por velas de llamas danzarinas, bajo un manto de estrellas. También Tunante gozó de la velada pues se comió unas enormes coles, las cuales eran unas de sus comidas favoritas.

La noche pasó sin que sucediera ninguna horrible desgracia y eso que el peligro serpenteó entre Muma y Nuna porque encendieron una hoguera cuya lengua de fuego a puntito estuvo de comerse los árboles del bosque. Animadas por todo el vino y la cerveza y los inevitables chupitos de licor café del postre, Nuna y Muma bailaron alrededor del fuego entre chillidos y risas ante la mirada atónita de Tunante.

Hay que tener en cuenta un pequeño detalle: las tortuhogares no son tortugas normales y cuenta con una gran inteligencia, es decir, su capacidad de raciocinio era comparable a la de los humanos. Aunque hay que decir que pese a la sorpresa que le provocó el comportamiento de las humanas, a Tunante no le pareció mal. De hecho, él no tendría ningún problema en meterse en el mar y abandonarlas, en el caso de que no le gustase la compañía de las dos mujeres.

Incluso se podía decir que la tortuhogar se divertía al ver cómo ellas gritaban, bailaban y reían alrededor de la hoguera. Por lo menos hasta que ambas cayeron al suelo y comenzaron a besarse. Al ver esto, Tunante escondió la cabeza en el caparazón, pues le avergonzaba un poco ser testigo de ese acto de pasión. Por lo menos, no llegaron a cosas mayores, debido a que...

—¡La estúpida arena se me está metiendo por todas partes! Mejor vamos para dentro... —dijo Muma, levantándose.

—¡Tunante, que nos vamos a la piltra! —le dijo una borracha Nuna, abrazando la enorme cabeza de Tunante, que se dejó hacer.

—¡Nuna, no lo molestes...! ¡Qué seguro que se muere de sueño! ¡Es ya tarde que son las... que son las...! —gritó Muma, que no tenía ni idea de qué hora era.

—¡Noooo! ¡Perdón Tunante, no quería molestarte! ¡Pobre! ¡Qué lo pasó muy mal con la tormenta! —chilló Nuna, con la pena en la voz y también en la mirada.

—¡Venga, vamos para dentro, vamos para la cama! —clamó Muma, agarrando a Nuna por el brazo y obligándola a moverse en dirección a la entrada de la casita.

Una vez ambas estuvieron dentro, Tunante se quedó mirando el mar y sintió en el corazón el deseó de navegar. El miedo provocado por la tormenta no era nada más que un recuerdo desvaneciéndose, ¡en esos momentos lo único que sentía era de navegar por el ancho mar! Esperaría a que las dos humanas se quedaran dormidas y entonces se pondría en marcha, rumbo a lo desconocido. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora