157. Algo se ha roto

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Con aquel nuevo fracaso algo se rompió en el interior de Soalfón, sentimientos insoportables nacían en sus entrañas y fueron vomitados por rugidos de rabia, acompañados por cataratas que nacían de sus ojos, que arrasaban sus mejillas.

—¡Es injusto, es injusto, injusto, injusto! —aulló porque, para él, era bien cierto, porque todo le salía al revés, porque cuando quería hacer algo bien le salía mal y cuando le quería hacer mal le salía bien.

No merecía la pena ser él, ¡¡NO MERECÍA LA PENA AQUEL MUNDO SUMERGIDO EN MARES DE MIERDAS!! Siempre hubo a su alrededor caras de sonrisas, sonrisas que se reían de él... una y otra vez una y otra vez una y otra vez... desde que era pequeño, desde que era mayor, desde que quiso ser pintor, pero nació con la habilidad de un manco.

Jodida mierda de existencia que solo era puto sufrimiento y todo el mundo se reía de él y todo era una broma pensada y ni cuando intentaba hacerlo todo mal, hacer explotar todo, joder todo lo posible, ni cuando hacía eso con toda la mala intención del mundo funcionaba. La vergüenza incandescente, el deseo de morir, de que la tierra se abriese y se lo comiese o, mejor aún, de que todas las caras burlonas, demoníacas, infames de su alrededor desaparecieran para siempre jamás.

Palabras, palabras que salían de la boca del hombre rana, ahora rana de verdad, verde, de ojos abultados, lengua pringosa, comedor de mosquitos, lamedor de culos, ínfulas de artista mayor tenía, pero tampoco era mucho mejor que él. Solo porque su túnica era roja, solo porque su boca sardónica no tenía ningún problema en humillar a todos, a todas...

En una mesa brillaba el metal de algo que podría ayudarlo a salir de aquel laberinto sin salida, esa era su vida, un lugar lleno de giros y entuertos que no llevaba a ningún parte y siempre tenía miedo del monstruo que merodeaba en el corazón del dédalo. Pero él era el monstruo, él podía ser el puto monstruo, podía desterrar a una isla de su estómago todos los sentimientos que lo torturaba: el miedo, la vergüenza, la compasión... y dejar solo lo bueno en él, la furia destructora que quería acabar con todo o por lo menos con algo, destruir algo bueno, deshacerlo, volverlo feo, un amasijo de carne, de mierda de huesos relucientes...

Cogió el cuchillo, todo sucedía rápido, nadie se imaginaba lo que iba a pasar. Puede que ni siquiera Soalfón, puede que ni siquiera se daba cuenta de que acuchillaba varias veces a Zorolen en el estómago. O puede que sí, y por la sonrisa que había puesto, puede que incluso lo estuviera disfrutando.

Hay algo realmente liberador en despojar de tu conciencia la brújula moral y dejarse llevar por lo oscuro que mora en nuestros corazones. De todas formas, esta manera de vivir es de corta vida y Soalfón no sería una excepción. Él moriría, pero por lo menos su nombre sería recordado

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora