98. El encierro

10 3 16
                                    

 Muma no se encontraba demasiado contenta con su situación porque lo que, en principio, parecía que iba a ser bastante fácil (Encontrar a la bruja Serren y hacer que Nuna volviera a ser una humana) al final se fue complicando más y más y más hasta que se encontró formando parte de una organización terrorista que pretendía derrocar el régimen monárquico de la isla Asli.

Además, tampoco había conseguido comprarle el lazo tan mono que le quería regalar a Nunanejo y, por si esto fuera poco, las posibilidades de hacerlo se redujeron bastante en cuanto Micaela le arrebató el fajo de billetes que le había dado Soalfón, con una sonrisa que a la rubia se le antojó bastante malvada.

—Es para la revolución, Muma. ¡Necesitamos todo el dinero que podamos reunir! —le dijo y tales palabras hicieron que a Muma le dieran ganas gigantes de cruzarle la cara de una bofetada.

Se contuvo, no podía olvidar el poder de Micaela y si la molestaba demasiado, temía que la empujara por una puerta, haciéndola caer justo en medio de un grupo de azules.

—Claro... La revolución... —contestó Muma, con una sonrisa que enseñaba mucho diente.

Por si las cosas no fueran lo suficientemente malas, cuando intentó irse del cuartel general de la revolución, Micaela la paró y le dijo con un tono autoritario que a Muma no le gustó nada de nada.

—No puedes ir a ningún sitio... ¿No crees que los azules te estarán buscando? Te tendrás que quedar en el cuartel durante una larga temporada. Lo siento —dijo, pero por el brillo divertido de sus ojos, Muma supo que en realidad no le importaba nada e incluso disfrutaba de sus desgracias... o puede que solo fueran imaginaciones suyas, que lo cierto es que se encontraba bastante alterada con todo el tema.

Así pues, la pobre Muma que tanto quería ir de turismo a lo largo y ancho de la ciudad de Acudid, se tuvo que quedar encerrada en aquella casa triste, sucia, marrón, maloliente, abundante de cucarachas y humedades varias que como enfermedades infecciosas se extendían por techo y paredes.

El aburrimiento la comía por dentro, así que primero intentó ver la televisión, pero fue recibida por una estática ruidosa. Después cogió un libro de la una estantería, pero se deshizo en sus manos, pues había sido parcialmente devorada por la humedad depredadora del cuartel. Por último, intentó conversar con Naida, pero ella solo tenía oídos para Somat. Ellos dos permanecían en la cocina, sumidos en una charla íntima que no admitía la presencia de terceros.

—Quiero irme de esta isla, pero ya... —refunfuñó Muma, pero al ver la cabecita peluda de Nunanejo asomando por el bolso recordó el motivo por el cual se encontraba allí —. Menuda mierda...

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora