171. Adiós a un amigo

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 A Butfais le parecía raro que Nadría no estuviera en el barco, sino fuera de él y, no contentándose con esa excentricidad, el pelirrojo se encontraba en el agua, pero bien sabía el dholoriano que los humanos no es que fueran raros, sino lo siguiente. Le restó toda la importancia, puede que Nadría hubiera decidido hacer un poco de deporte nadando un rato alrededor del barco o incluso cabía la posibilidad de que hubiera conseguido una Marca que le permitía pasear por el agua.

—¿Y qué haces ahí? —preguntó, sin dudar ni un instante, de la naturaleza de su interlocutor.

—Me he caído... en el agua...

Butfais agudizó el oído, no daba la sensación de que Nadría estuviera en el agua sino más bien sobre ella, flotando o volando y, por lo que había aprendido, los humanos no tienen la capacidad de volar por si solos.

—Qué curioso... —dijo Butfais.

—Ayúdame a salir... salta al agua... a la niebla —le dijo la voz y se dio cuenta de que aquella no era la voz de Nadría, sino de otra cosa, pero Butfais no sabía qué era exactamente.

—No... y tú no eres Nadría, ¿qué eres? —preguntó, pero solo obtuvo como contestación el silencio y, al cabo de unos segundos, notó el beso del sol sobre sus trabajados y esculpidos y hermosos músculos.

En menos de lo que canta un gallo, la niebla se desvaneció y volvía a surgir el sol. Butfais tenía las ropas de Nadría en las manos y comprendió que había perdido la oportunidad de salvarlo. El salido pelirrojo había caído en las garras de la niebla, de la cosa que se ocultaba en ella y esperaba que no quisiera matarlo, sino otra cosa.

—Siento no haberte presentado a Mhala Shora —dijo Butfais, con cierta pena en la voz, le caía bien Nadría y le daba un poco de tristeza despedirse, también le gustaba Ooh y este también se marchó. Pero así era la vida, la gente viene y se va, pocas se quedan a su lado, y él también se marcharía en cuanto viniera su loro Pitiminí saldría volando para regresar el castillo de los Dientes Rotos —. ¿Por dónde andarás, amigo mío? —preguntó Butfais con la cabeza levantada al cielo, agudizando el oído para ver si escuchaba el batir de sus alas, sus aullidos terroríficos... pero nada, solo Tunante navegando en dirección a la isla de Alsi.

Aunque lo cierto es que el dholoriano prefería no marcharse por el momento, le interesaba visitar aquella isla porque había aprendido, gracias a su libro poco común, que era conocida como la isla de la brujería, antaño un gran reino gobernado por Arévalo XIII el cual acabó siendo conocido como el Rey Nigromante. Un mago realmente poderoso que había destruido casi toda la isla, quedando solo una pequeña porción de su tamaño original.

—Brujas y brujos, seguro que son interesantes de conocer —dijo Butfais y lo cierto es que tenía razón, pero la visita sería de todo menos pacífica. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora