14. El despertar

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 Los chillidos de las gaviotas despertaron a Muma y, durante unos segundos, se preguntó qué diablos hacían esos monstruos aéreos en su habitación, pero nada más abrir los ojos descubrió un cielo solo manchado por unas cuantas esponjosas nubes. Recordó que ya no estaba en Galicia, sino en un el Archipiélago de las 1000 islas.

—Ouch... me duele todo... —gimió, se encontraba tumbada en la arena de una playa —. ¡Tunante! —gritó de pronto, al acordarse de la cabreada tormenta.

No necesitó demasiado tiempo para descubrir a la tortuhogar a escasos metros de ella: tenía la cabezota escondida en su caparazón y la casita, milagrosamente, no tenía ningún desperfecto. A simple vista, no parecía que Tunante estuviera nada mal y eso ayudó a tranquilizar un poquito a Muma.

Se dio un golpe en la frente.

—¡Oh! ¡Y Nuna también! ¿Estará muerta? —preguntó mirando a su alrededor y, afortunadamente, la vio en la orilla del mar.

Corrió en su dirección y le pegó unos sopapos en la cara.

—¿Qué pasa...? No me pegues mamá, que quiero seguir durmiendo... —susurró Nuna, sin abrir los ojos.

—¡Estás bien, Nunita! ¡Menos mal! —chilló Muma, cogiéndola en brazos, pesaba bastante poco la mujer, y tirándola al agua. Eso despertó a Nuna de inmediato.

—¡Muma, caray! ¿¡Por qué has hecho eso?! ¡Estoy mojada, completamente mojada! —aúllo Nuna mirándose el vestido blanco que ahora estaba bastante destrozado.

—¡Ya estabas mojada antes, cabeza hueca! ¿No recuerdas lo que pasó? ¡Te pusiste a bailar sobre una tormenta, casi se te lleva el viento y cuando intenté salvarte vino una ola y nos dejó fuera de combate! —clamó Muma.

—¡Oh, ahora lo recuerdo! Puede que no fuera demasiada buena idea eso del baile... perdón, no lo volveré a hacer... —dijo Nuna que, en la orilla de la playa con los pies medio metidos en el agua ofrecía una estampa bastante triste.

Muma le dio una bofetada en el otro moflete.

—¡¿Por qué has hecho eso, Muma?! —lloriqueó Nuna.

—¡Nunca digas que no volverás a hacer nada, Nuna! Si una no hace cosas, ¡eso significa que no estás viva! ¡Puede que fuera una idea estúpida, pero era una idea tuya! ¿En qué clase de persona te convertirías si no haces caso a tus ideas? ¿Eh? —preguntó muy seria Muma y Nuna no comprendía nada de nada.

Buscando una respuesta y acariciándose las mejillas coloradas, Nunca se fijó en Tunante.

—¿Qué le pasa a ese, dónde está su cabeza? ¿Tú crees que estará bien, Muma? —preguntó, con miedo de que su medio de transporte se hubiera transportado a una mejor vida.

—Pues... no sé, la tormenta fue muy fuerte... ¿Tunante? ¿Estás bien, colega? —preguntó Muma y también comenzó a sentir un miedo de esos que retuercen las tripas. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora