59. La chica de la túnica Violeta

20 5 19
                                    

 Somat corrió a lo largo de la calle Cora Siri, pero nada más girar la esquina paró en seco y lanzó un bufido despectivo. Se sacó un peine del bolsillo y se despeinó el cabello porque Soalfón siempre le obligaba a ir con la raya al lado y Somat detestaba eso a muerte.

—Soalfón... ¿Solo porque seas un Naranja quiere decir que me puedes ir mandando? —lanzó la pregunta al viento y se colgó en la boca un cigarro, comenzó a fumar con tranquilidad lanzando el humo al cielo de limpio azul —. Pero dentro de pocos todos los colores superiores lamentaréis habernos tratado tan mal, bastardos...

Somat tenía una cara afilada de unos ojos grises de ave rapaz, nariz picuda y una boca de labios finos. Todo en él estaba siempre en alerta, nunca levitaba su expresión hacia la pereza.

La ciudad daba la apariencia de alegría, pero bajo la superficie se ocultaba otra Acudid. La de los pobres diablos que vestían túnicas Violeta y que poco o nada se diferenciaban de los esclavos.

—¡¿Serás estúpido, Violeta?! ¡Mira por dónde vas! —gritaba un Verde con el rostro congestionado por la furia. ¿Y qué era lo que había sucedido para merecer semejante reacción?

La Violeta, mientras caminaba, había chocado contra él. Nada más, nada menos.

—¡Perdón, perdón! ¡No estaba prestando atención! —lloriqueaba la chica Violeta, pero sus súplicas no fueron capaces de conmover al Verde.

—¡Pues aprende a prestar atención, basura! —le gritó pegándole un puñetazo en la cara y la Violeta se derrumbó en el suelo.

La mano de Somat se cerró sobre la muñeca del Verde y este lo miró atónito, presto estaba ya a vomitar su furia sobre él, pero la ferocidad de su mirada lo acobardó.

—¿Qué haces...? —le preguntó el Verde, con la voz temblorosa.

Somat no le contestó, sino que le golpeó el estómago con una fuerza tal que lo dejó sin respiración. El Verde se cayó al suelo a cuatro patas luchando para recuperar el aliento.

—Eh... —dijo la Violeta, con la boca abierta y sin comprender lo que estaba sucediendo allí.

—¡No te quedes ahí embobada! ¿Quieres que te pillen los Azules o qué? —le gritó Somat y al ver que ella no reaccionaba la cogió por la muñeca obligándola a levantarse.

Una vez estuvo de pie, el Violeta de los ojos de águila comenzó a correr alejándose de la calle: por fortuna, durante la agresión al Verde, no había nadie, así que era posible que no los identificaran.

Al cabo de diez minutos, Somat y la chica Violeta se encontraban en un callejón en dónde caían las sombras. Ella jadeaba, pues no estaba acostumbrada a aquellos esfuerzos físicos, pero Somat seguía de fresco. Incluso se había encendido un segundo cigarro.

—¿Por qué has hecho eso...? —preguntó la chica Violeta.

—¿Por qué...? Los odio a todos... Los Azules, los Verdes, los Naranjas y los Rojos... Pero sobre todo a la Reina Arco Iris —le contestó Somat. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora