134. Túnicas Rosas

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 Llegó la sexta noche, aquella anterior a la exposición del pintor, hasta ahora fracasado, Soalfón. Butfais, Ooh y Zorolen se encontraba disfrutando de los lujos de la zona VIP del Restaurante Errante, que gozaba de la ventaja de estar alejado de la chusma, de los demás clientes que tenían que arrejuntarse como pijos infestando a un perro callejero.

Paredes de color carmesí oscuro en dónde colgaban cuadros pintados por la mano maestra de Zorolen que no necesitaba de ninguna competición absurda para demostrar que era un gran artista. Cuadros de hermoso talento ilustrado con la precisión de una máquina de fotos, escenarios de aquella ciudad de ensueño bajo un sol reluciente.

Asentaban los traseros en un cómodo sillón que se alargaba alrededor de una mesa redonda en la cual se apoyaban unas cuantas botellas de champán Arco iris de oro. Celebraban entre risas y sonrisas, ausentes en Butfais que permanecía con el mismo rictus de seriedad de siempre, deseándose mutuamente grandes éxitos y muchas ganancias, futuros dorados de créditos, mujeres y fama.

—¿Y qué pensáis hacer después del maravilloso día que no es espera mañana? —preguntaba Zorolen, con la codicia reluciente en la mirada. A pesar de que Acudid era una isla de vital importancia en el archipiélago, en realidad no era así, no contaba entre sus calles con el honor de tener un local con un Garfio Áureo. Pero en esos momentos...

—No lo sé, la tortuhogar no es nuestra. Es de Muma y Nuna —comentó Ooh, bebiendo el champán, pero sin ser capaz de saciar la sed.

—Sí, sí... pero ya sabes. Ellas son dos criminales, una es la Señora del Terror y la otra atacó hace unos días a un Túnica Azul —explicó Zorolen, sonreía en su boca de sapo y su mente tejía planes, cual araña en su esquina esperando a que caiga alguna jugosa mosca.

—A mí no me importa que sean criminales porque, técnicamente, yo mismo soy uno —dijo Butfais.

—Sí, sí... No te creas que estoy en contra de los criminales, mi querido dholoriano. Todo hombre que se precie de serlo ha cometido crímenes a lo largo de su vida, pero el problema es que ellas están siendo buscadas... y serán encontradas. Lo que digo es que lo mejor es olvidarse de ellas y centraros en el futuro: Acudid, podéis ganar muchos créditos en esta ciudad y, esto os lo puedo asegurar, esta ciudad es uno de los mejores sitios en los cuales puedes vivir —dijo Zorolen, esperando que sus palabras causaran efecto en Ooh, pues había decidido que intentar convencer o comprender al dholoriano era una absoluta pérdida de tiempo.

—Ya... pero teniendo todo el mar, ¿por qué conformarse con una isla? —preguntó Ooh.

—Por esto —dijo Zorolen, dando unos aplausos y al instante entraron tres mujeres vestidas con túnicas rosas. Lucían en sus rostros sonrisas llenas de picardía bajo miradas de una morbosa inocencia, las ropas que llevaban que pegaban a su cuerpo con lujuria marcando deliciosas curvas.

—Oh —dijo Ooh. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora