43. El corazón dorado

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Nuna sintió una oscuridad repulsiva hurgando en sus entrañas y el mundo a su alrededor se retorció en imágenes de pesadilla: la boca de Muma, bastante inmensa en su estado normal, se le agrandó más y más y más y más. Ooh comenzó a envejecer a pasos agigantados, la carne se le pudrió y despegó de la cara hasta que no quedó de él nada más que una calavera. El único que permanecía igual era Butfais, que la observaba desde las alturas. Aunque era imposible saber si la podía ver porque llevaba un casco de hierro tapándole la mirada.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —chilló Nuna y, de pronto, se encontró suspendida bajo un cielo que lloraba sangre, sobre una oscuridad que se extendía hasta más allá del horizonte.

—Esto... no bueno... es... —dijo Nuna.

La oscuridad sobre la cual se encontraba suspendida no era una pétrea, sino más bien líquida porque se movía sin cesar. Pronto descubrió la razón: había personas allí abajo, una legión de ellas hundidas en aquella espesa oscuridad y sus rostros eran negros. Del mismo color eran los brazos que levantaban en dirección a Nuna. Todos ellos gemían una canción horrenda, sin orden ni musicalidad, gritos mezclados de desesperación honda y Nuna comenzó a sentir como se hundía en dirección a aquella marea oscura.

—¡No...Yo no quiero ir... con vosotros! —sollozó Nuna.

Ansiaba volver a la casita de Tunante, todavía le quedaban una gran cantidad de aventuras que vivir junto a Muma. Eso sin contar con todos los achuchones que le quedaban, las caricias bajo las sábanas y los gemidos de medianoche.

Un calor agradable cayó sobre sus espaldas, un calor que tuvo el poder de espantar un poco la desesperación. Se dio la vuelta y se quedó sin aliento al descubrir un corazón dorado colgado en mitad del cielo a imitación del sol. Era de una hermosura tal que las lágrimas escaparon de sus ojos y sintió la necesidad de acercarse a dicho a corazón.

Olvidándose de todos aquellos desgraciados que gemían en el océano de oscuridad, Nunca voló en dirección al sol dorado y, a medida que se fue acercando, el calor fue haciéndose cada vez menos agradable hasta el punto de que empezó a hacer daño. Se dio cuenta de que si seguía yendo en dirección al corazón terminaría quemada, pero no le importó: así de grande era el deseo que sentía.

Pero antes de que Nuna se convirtiera en una bola de fuego, sintió como la corona de margaritas vibraba en su cabeza. Rayos blancos chispearon en el cielo rojo, pronto se hicieran más fuertes, la rodearon y pronto estuvo envuelta en hebras plateadas. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora