61. Aburrimiento

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 En el puerto de Acudid, Tunante había escondido la cabeza en su caparazón porque estaba bastante cansado de las miradas de admiración que le lanzaban los hombres, mujeres, niños y niñas que caminaban a su alrededor. ¡E incluso hubo algún maleducado que intentó acariciarle el morro! No es que la tortuhogar estuviera en contra de las caricias, pero no le gustaba nada que unos completos y absolutos desconocidos intentaran hacérselas.

En el interior de la casita, Ooh estaba sentado en aquella zona que conectaba con la salida y que tenía la apariencia de una rústica y encantadora taberna de pueblo, Ooh se aburría como una ostra, pero Butfais se entretenía leyendo su libretita: pasaba las páginas con cuidado y, de cuando en cuando, decía algo en voz alta.

—Oh... ¿Isla Caracola...? Hummm... Difícil llegar, pero puede que sea interesante... Vaya, ¿una Maldición?

Eso no ayudaba a calmar los ánimos de Ooh, el cual no estaba acostumbrado a momentos estáticos de inactividad soporífera. Esperaba que junto a Muma y Nuna la vida fuera una continua sucesión de aventuras, pero el grifo de emociones se encontraba completamente seco. De pronto, la puerta de la casita se abrio y entra un hombre vestido de túnica Índigo.

—Hola... —saludó el sujeto: tiene el cabello rojizo y revuelto, una cara llena de pecas y una boca bastante grande, pero no tanto como la de una mujer hipopótamo.

—Buenos días —dijo Butfais.

—Hola... ¿Qué haces aquí? —preguntó Ooh, agradecido por aquella interrupción del aburrimiento.

—Yo... pensaba que esto... ¿Es una taberna? —preguntó el hombre, frunciendo el ceño.

—¿Te tiene apariencia esto de taberna? —le preguntó Butfais.

El túnica Índigo lanzó a una panorámica al lugar: había unas cuantas mesas desperdigadas, una barra con cañas de cerveza, expositores con bebidas alcohólicas y estaba seguro de que la puerta del fondo daba a una cocina.

—Pues sí... ¿Acaso no lo sois? —preguntó el pelirrojo.

Ooh y Butfais se lanzaron una mirada o por lo menos eso le pareció al viejo porque era difícil saberlo debido al casco que llevaba el dholoriano ocultándole media cara.

—Sí... ¡Claro que sí! Esto es una taberna, ¿cómo no iba a serlo? ¡La única taberna del Archipiélago que está sobre el caparazón de una tortuhogar! —gritó Ooh, súbitamente emocionado por la idea de realizar una actividad.

—Esto me recuerda a una cosa que leí el otro día —dijo Butfais y se levantó de la silla, tanto el hombre de la túnica Índigo como Ooh esperaron que profundizará, pero el dholoriano se limitó a marcharse por el largo corredor.

—Coge un asiento, ¿quieres beber algo? —preguntó Ooh.

—Una cerveza estaría bien —dijo el hombre, sentándose en una de las sillas.

Ooh cogió una cerveza y la puso bajo el grifo, pulsó la palanca y la cerveza comenzó a surgir fresca. Una gran sonrisa le apareció en su rostro, aquello le recordaba a los felices tiempos en que trabajaba en el restaurante junto a su mujer. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora