18. Poderes alucinantes

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Y sin más tardanza, Muma le puso la corona de margaritas a Nuna y esta hizo lo mismo con la que sostenía en sus manos temblorosas por la emoción que sacudía su pecho. Esperaron unos segundos que se alargaron a minutos, esperaron a que algo maravilloso sucediera. En cualquiera momento, poderes extraordinarios descuelga mandíbulas harían su aparición...

—Nada... ¡Nada de nada! —vociferó Nuna, mascando decepción de sabor amargo.

—Parece que no —contestó Nuna.

Se colocó con cuidado la corona de margaritas, resplandeciendo en su cabello negro, corto, coletudo... No le importaba demasiado la aparente ausencia de poderes extraordinarios porque la corona de margaritas le parecía bastante cuca.

—A mí me gustaría tener poderes mágicos... —comentó Muma y pateó el suelo, ¡cómo le hubiera gustado volar o lanzar rayos por los ojos o viajar en el tiempo y el espacio y quizás también entre dimensiones!

Levantó la mano en dirección a la corona con la intención de quitársela. No lo hizo, quizás fueran poderes dormidos que despertarían en el momento más propicio.

—¿Pero qué preferirías? ¿Una tortuga con una casa en el caparazón o poderes mágicos? —preguntó Nuna.

—¡A Tunante, claro! No hay ni punto de comparación porque además de ser un medio de transporte también es una casa... Y, por encima de todo, es una tortuga gigante —dijo Muma con decisión.

—Sí, además tener poderes puede llegar a ser problemático porque teniéndolos si hay un monstruo haciendo el mal quizás nos veamos obligadas a pelear contra él, pero siendo tan inofensivas como conejitos no tenemos que hacer nada —explicó Nuna.

—Tal vez tengas razón... ¿Qué te parece si intentamos que Tunante se ponga en marcha? —preguntó Muma, pues le daba en la nariz que en aquella isla no había más aventuras.

En el cielo el sol caía y pronto la luna aparecería. Por eso mismo, Nuna negó con la cabeza porque no quería que otra tormenta cabrona las pillara cuando estuvieran bien acurrucadas durmiendo la noche.

—¿Por qué no nos quedamos a dormir en la isla, Muma? Mejor dejar que Tunante descanse bien. Además, no hay prisa porque ni siquiera sabemos dónde está Zaltor... —dijo Nuna.

—Está bien... —dijo Muma.

Se preguntó que estaría haciendo el dios Zaltor en aquellos mismos instantes, ¿quizás engañando a más recién muertas para que hicieran cosas absurdas como cargarse villanos en un mundo de fantasía? Fuera como fuera, tenía que encontrarlo, aunque sería mucho mejor que fuera más tarde que temprano.

—¡Genial! ¡Pues podemos hacer una cena y comer afuera bajo la estrellas! ¿No sería bonito? —preguntó Nuna, excitada ante la idea de una cena romántica junto a Muma.

—¿Por qué no? —suspiró Muma e intentaba alejar de su mente la imagen aborrecible del Zaltor.

—Además lo mejor es que no correremos ningún peligro: ¡Esta isla está deshabitada, así que no vendrá ningún idiota a intentar colgarnos ni nada por el estilo! —chilló Nuna, con una gran sonrisa en la cara.

—Supongo... —suspiró Muma, la idea la hizo sonreír.


Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora