194. La bruja atrapada

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 Muma, Alberta y Adriana caminaron, poco a poco las casas esparcidas entre la vegetación y los árboles fueron desapareciendo, entrando en una zona que ya tenía menos de bosque domado y más de natural. No obstante, no llegaba a ser uno de los que te podrías encontrar en lo salvaje, pues las malas hierbas no dominaban el suelo con una abundancia tal que caminar se hacía imposible, sino que este era una alfombra de hojas secas, hierba, algunos helechos, ortigas y cardos, pero sin llegar a entorpecer el camino de las tres mujeres y la coneja.

El ambiente cambió, cierto deje de tristeza mezclada con la melancolía de un pasado ya perdido e imposible de recuperar. Los tonos verdes y amarillos, alegres y vivos del anterior lugar se habían deprimido, amargándose por colores oscuros y azules, de luz que se filtraba a través de las copas de los árboles, cayendo con la forma de columnas verticales. Quizás eran los recuerdos de la bruja apresada bajo la maldición, esparcidos alrededor de aquel árbol que casi era una tumba, que afectaba a aquella zona convirtiéndola en sitio de pesar.

Lo primero que vio fue el árbol, un gran sauce cuyo tamaño sobrepasaba con facilidad el resto de sus compañeros. Al ir acercándose, Muma notó que había algo en el tronco que a cada paso iba adquiriendo la forma de una mujer, de una piel blanca, que llamaba la atención. Supo que aquella era Seren, la bruja que le podía devolver a su Nuna, encarcelada en un sueño eterno provocado por una maldición que provenía de una espada que estaba clavada entre pecho y pecho.

El cabello de la bruja era un alboroto total, negro y caótico, imposible de domar ni por el más experimentado de los peines. También había en su rostro cierto salvajismo, pero suavizado por los ojos cerrados, pues la expresión de dormida que le proporcionaba cierta paz que, de otra manera, puede que fuera imposible.

Ella iba desnuda, de pies a cabeza, mostrando su piel de luna surcada por tatuajes de color negro, formas para las cuales Muma no encontraba significado alguno. Parecía una marejada de maragatos, pero en aquel aparente sin sentido, había cierto orden que resultaba hasta agradable.

El corazón le latía rápido, aquella mujer desnuda podía devolverle la forma a su querida Nuna y después podrían reanudar el viaje que ambas querían: simplemente navegar de una isla a otra con tranquilidad, sin preocupaciones, ganando dinero con aquel restaurante que tuvieron la suerte de conseguir.

Una vida sin preocupaciones, junto a ella y nada más, era lo único que quería y si Seren estuviera despierta, podría haberlo conseguido. Pero tenía clavado en el pecho una espada, un arma estúpida que cargaba sobre su hoja una terrible maldición. Era injusto, eso pensaba Muma, que estuviera tan cerca de encontrar la solución a sus problemas, pero a la vez muy lejos, quizás algo inalcanzable, reservado para el territorio de los sueños. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora