86. La exhibición

11 3 28
                                    

 —La Reina... ¿Pero de qué estás hablando...? —preguntó Soalfón, dando un paso al interior de la casa y, al momento, su tez se volvió pálida, su voz temblorosa. La seguridad con la que había hablado antes sufrió un duro golpe.

Una risita que sonaba bastante al croar de una rana resbaló de los largos labios de Zorolen. Dio un paso al interior de la casa, el túnica Roja era un hombre bastante grande y su atroz sombra se alargaba hasta cubrir por completo al pintor.

—Bien sabes que a la Reina y a mí nos une un lazo de amistad que surgió desde la más tierna infancia y, lo más seguro, es que si le pidiera que actuase de jueza cumpliría mi pequeño capricho.

Soalfón negó con la cabeza, a pesar de que estaba casi seguro de que sus manos lograría crear una obra de suma belleza, todo el mundo sabía que el gusto de la Reina Multicolor era tan refinado que solo el arte de más alto nivel era capaz de conmoverla.

—La Reina tendrá asuntos más importantes... no puede perder el tiempo haciendo de jueza... —dijo Soalfón y dio de nuevo un paso al interior de su hogar, allí donde se sentía seguro, pero el continuo avance del hombre rana estropeaba esa ilusión.

—Servirá para distraerla. No demasiada gente lo sabe, pero la princesa se halla desaparecida... Quién sabe, puede que hasta me la haya cruzado por la calle, pues por culpa de ese absurdo rito de la Coloración, poca gente conoce su rostro —comentó Zorolen.

El hecho de que la princesa pasase desapercibida era un asunto importante, pero Soalfón no podía permitirse el lujo de preocuparse demasiado debido a que si la obra que creaba no le gustaba a la Reina corría el peligro de convertirse en un túnica Violeta.

De todas formas, bien era conocida la terquedad de Zorolen y si se negaba, él no haría otra cosa que insistir una y otra vez. Para bien o para mal, el destino lo había conducido a aquella situación y sería tonto si no intentara aprovechar la ocasión.

—Está bien, tengo toda la seguridad de que lograré crear una obra maestra que incluso le guste a nuestra Reina. Pero tienes que reconocer que me estoy jugando mucho con toda esta historia, ¿qué ganaré si le gusta? —le preguntó Soalfón.

Zorolen volvió a croar, le gustaba que no se acobardase. Aunque para ser sinceros, no tenía demasiada seguridad de que fuera a crear nada digno de mención.

—¿No es el aprecio de la Reina premio suficiente? —preguntó el hombre rana.

—Por supuesto, pero si le gusta quiero algo más. Tampoco es demasiado, solo una pequeña cosa... Quiero ser un túnica Roja —dijo Soalfón, las manos le temblaban y Zorolen bien pudo verlo.

—De acuerdo, si le gusta tu obra a la Reina serás un túnica Roja. Te daré una semana para que termines tu obra, ya te diré el lugar en dónde celebraremos la exhibición. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora