198. Hazlo, no lo intentes

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Ante la propuesta de Adriana, Muma se quedó con la boca abierta y su mirada saltó entre la bruja desnuda con la espada clavada y la anciana, quien la miraba con fijeza esperando la respuesta.

—¿Quién... yo?

—Así es, tú, Muma —dijo Adriana y su boca se abrió en una gran sonrisa en la que no le faltaba ni un solo diente.

—Pero... pero... ¡Ni siquiera sabría por dónde empezar! —soltó la boca hipopótamo y se quedó observando el mango de la espada, quizás aquello fuera como la Excalibur y lo único que tenía que hacer era tirar con toda la fuerza que tenía.

—¿Y? Puedes intentarlo, ¿qué es lo que podemos perder? —preguntó Adriana.

Alberta habló, con aquella voz que era la seriedad personificada.

—Eso es cierto, estamos dispuestas a intentarlo de cualquier manera. No te sientas presionada, solo hazlo y si no eres capaz no pasa nada.

A pesar de estas palabras, Muma no las tenía todas consigo.

—¿Y qué sucede si Seren muere por mi culpa? —preguntó, pero a cada segundo que pasaba se encontraba más segura de que tiraría de la espada.

—Oh, te quemaremos en la hoguera —dijo Alberta, con toda la naturalidad del mundo.

—¡¿Pero qué?! —Aquello fue un chillido agudo, y un tanto ridículo, que escapó de los labios de Muma.

—Es broma, es broma —se apresuró a decir Alberta, con una escueta sonrisa en la cara.

Muma frunció el ceño, no le gustaba demasiado que las bromas cayeran sobre su cabeza. Con esta expresión de cabreo se quedó observando el mango de la espada y lanzó un hondo suspiro, si no se arriesgaba nunca conseguiría encontrarse de nuevo con la humana Nuna.

—Pues a ver si... —dijo y, dando un paso adelante, cerró las manos sobre la empuñadura de la espada.

Tiró con toda la fuerza que sus músculos poseían, pero el arma no se movió ni un milímetro. Se sintió bastante ridícula, con una sensación incómoda en el estómago, y el hecho de que las brujas no apartaban la mirada de ella no ayudaba.

Comprendió que no podía permitirse fallar, que era su destino arrancar esa espada del pecho de la bruja Seren. Apretó los dientes y cerro los ojos, supo que no sería capaz de solucionar aquel problema con la fuerza bruta. La verdadera solución se encontraba sobre su cabeza, en aquella Corona de Margaritas, en la magia blanca que fluía de ella y la había protegido en más de una ocasión, excepto contra el cuchillo de Soalfón. Pero la pregunta era: ¿Podría utilizar esa energía a su voluntad?

Algo oscuro provenía de la espada, una miasma espinosa, morada y asquerosa. Muma creyó que se trataba de la maldición que había encadenado a Seren en aquel árbol durante tantos largos años. Se desprendía del duro metal para entrar en el cuerpo de la bruja, inmovilizándola.

Quizás la solución era leer en aquella energía oscura las condiciones que habían propiciado el nacimiento de la maldición para averiguar cómo salvar a Seren. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora