135. Amor

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Al ver a las tres mujeres entrar en la Zona VIP, contorneando las caderas con movimientos sensuales, pero sin llegar a ser artificiales ni vulgares, Ooh se quedó sin aliento y fue incapaz de apartar la mirada de los generosos pechos, las largas piernas, los traseros turgentes.

Ooh era un hombre de mundo, uno que se jactaba de sus conquistas realizadas en los territorios de las camas, sillones, divanes... Había cruzado el mar de islas encontrando en cada puerto nuevos romances, joyas escondidas en los lugares más recónditos.

Pese a todo esto, el investigador del Instituto Valiente nunca jamás se había visto rodeado de mujeres de una belleza tan perfecta como aquel espectacular trío. De una magnitud tal que hasta dudaba y pensaba que no era personas humanas, sino diosas eternas, personificaciones del amor, del sexo, de la pura lujuria desbocada.

Una era morena y de cabellos rizos, con una mirada desafiante, pero que no resultaba hostil. Su agresividad no se basaba en el deseo de hacer daño, sino el de encontrar un desafío a su altura y, de ser derrotada, lo tomaría con una pequeña sonrisa de satisfacción, pues triste es el mundo en el que eres el ser mujer y no hay nadie a tu lado. Ella no lo pensó demasiado y se sentó al lado de Butfais, posando una mano en los poderosos pectorales del dholoriano.

Otra era de talante descarado, ojos chispeantes siempre dispuestos a encontrar lo gracioso en cualquiera situación. Su boca ocultaba una lengua bien dada al rápido ingenio y al contra ataque verbal. Hablar, sin lugar a dudas, era su mayor afición y era evidente que le encantaba lanzarse a largas discusiones que se desarrollaban como un combate de esgrima. Ella se sentó al lado de Zorolen y, por la forma en que saludaron, quedó claro que no era la primera vez que se veían.

La que sentó al lado de Ooh tenía unos grandes ojos, inocencia pura, que le lanzaron una mirada que lo derritió por dentro. Amor, sí, sintió un incontrolable amor al ver a aquella muchacha de tenaz timidez, de mejillas sonrojadas, de cabello de un rubio que no se pervertía con otros colores, manteniéndose claro. Ella sonreía, un pequeño gesto que traía una calidez embargadora a todo su rostro, de una belleza no simétrica, sino con ciertas imperfecciones que, por contradictorio que parece, le otorgaban una hermosura eterna.

Ella se inclinó hacia él y le regaló un beso en los labios, Ooh no comprendía demasiado bien que estaba sucediendo en la Zona Vip, pero lo cierto es que le importaba tres pimientos. Se encontraba hechizado ante el sabor a fresa de los labios de aquella mujer y él no era hombre que rechazase avances de ese tipo. Quería más, quería hundirse en aquella muchacha rubia, a pesar de que obviaba su nombre. Y no le importaba que sus otros compañeros, Butfais y Zorolen, parecía que pensaban hacer lo mismo, pues también besaban a sus respectivas túnicas rosas.

Bueno, no sería su primera orgía. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora