131. Silea

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 A medida que la noche avanzaba, el bar se iba vaciando y en un momento Nadría se encontraba apoyado en la barra, cansado de tanto trabajar, pero de todas formas contento de haberlo hecho. Cuando tenía empleo y ganaba dinero era los momentos en que dejaba de pensar en la revolución, en aquella cosa abstracta en la cual se había metido por culpa de las sinuosas palabras de su amigo Somat. ¿Él realmente creía en ello o solo era un pasatiempo?

Sí, menudo pasatiempo se gastaba el pelirrojo, pues le había llevado a aquel restaurante, a esconderse, acompañado de una pistola con la idea de acabar con la vida de la reina. Pero en esos momentos de descanso, Nadría meditaba sobre esa idea y le parecía un poco locura y pensaba que habría maneras más fáciles de hacerse más atractivo al sexo opuesto. ¿Acaso esa era la motivación principal para seguir adelante, para cometer un magnicidio? ¿De verdad era tan estúpido?

Sí.

Nadría meditaba sobre estos temas, pero sin llegar nunca a una respuesta satisfactoria. Su mente era como un tío vivo, llena de colores y alegría, pero sin ser capaz de llegar a ningún sitio. Todo apariencia y nada de substancia.

Fue en ese momento cuando se le acercó la chica de la túnica verde, la de las gafas grandes y mirada curiosa. Saludó con un tímido hola y se presentó, se llamaba Silea y era estudiante. Hablaba con rapidez, con timidez, casi sin atreverse a mirar a Nadría.

Él pensó que ella era atractiva y se preguntó si tendría posibilidades. Desesperado por tener novia, desesperado por acostarse con alguien, a Nadría le habría válido cualquiera mujer. Aunque aquella era guapa, parecía simpática, le gustaba.

Se presentó, sonriendo con una confianza de la que carecía, pero Nadría era capaz de esconder todo su nerviosismo bajo una careta sonriente de seguridad capaz de engañar a todos, incluso en ocasiones a sí mismo. Y era uno de sus deseos más ardientes, esconder su verdadera personalidad con aquella careta falsa que se había fabricado. No le gustaba quién era en realidad, no quería ser ese patético perdedor que no follaba ni a tiros. Prefería ser Nadría el simpático, el bromista, el sonriente.

Silea le preguntó, con la voz nerviosa, cómo era la vida de un verde. Le interesaba el tema, comentó algo que era para un trabajo de la universidad. Nadría se encogió de hombros, sin saber demasiado bien cómo explicarse. Trabajo de lo que puedo, le dijo, o de lo que me permite. Camarero, repartidor de cualquier cosa, cargar mercancías de un lado a otro... No sé, hago lo que puedo con lo que tengo.

No quiso quejarse demasiado de las condiciones de trabajo ni de lo poco que solían pagarle, no quería quedar como un llorón delante de aquella chica que asentía con la cabeza y emitía una sonrisa tímida, una que le llenaba de esperanzas. Antes de despedirse, Silea le preguntó si mañana iba a trabajar. Nadría dijo que sí.  

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora