Muma odiaba sentirse tan cachonda perdida en una situación como aquella, así que, ni corta ni perezosa, corrió en dirección al ancho mar y se tiró de cabeza al agua, sin importarle lo más mínimo que estuviera congelada, pero eso ayudó a apagar el apetito carnal que revolvía sus tripas.
Se quedó unos largos segundos bajo el agua y entonces lo vio, acercándose a ella sin miedo del ser humano, era un pez largo, semejante a un pez ángel, pero era bien extraño que sus escamas fueran de un dorado brillante que quería rivalizar con el poder del sol. Solo fueron unos segundos escasos, después el pez se dio la vuelta y se fue nadando.
Muma sacó la cabeza al exterior y cogió aire, todavía refulgía en su mente la imagen de tan bello pez. Después, el sol de la mañana cayó agradablemente sobre su pelo mojado de trigo, sonrió por aquel día benigno de pocas nubes, mucho azul. Recogía su nariz los aromas deliciosos del bosque, árboles cercanos de los cuales colgaban frutas que reconoció como manzanas.
—¡Eh, chica! ¿Te encuentras bien? —escuchó preguntar al hombretón del puerto, lo volvió a mirar con una mirada ya más fría, ya no contaminada por el fulgor del deseo.
—Sí, sí... necesitaba refrescarme... pero creo ahora estoy bien mojada... —dijo y sonrió, por lo menos lo estaba de aquella otra manera, todos los sentimientos calurosos que antes habían invadido su cuerpo se habían desvanecido. De todas formas, la siguiente vez que hiciera el amor tenía que ser sí o sí con Nuna, no valía nadie más ni de broma, eso era completamente impensable.
—Tenemos ropas en el edificio del puerto, se te puede dejar alguna —dijo el brujo —. Me llamo Antonio, por cierto.
—Muma y creo que aceptaré tu oferta
Unos veinte minutos más tarde, Muma se encontraba vestida como si ella misma fuera una bruja: llevaba un vestido de color morado y un sombrero de pico sobre la cabeza.
Se encontraba en el interior de la casita de puerto, en la sala que había justo al entrar por la puerta. Olía a madera, un olor agradable, y Antonio el brujo se encontraba sentado en un escritorio en dónde había un gran libro.
—Mira, Muma, tengo que pedirte unos cuantos datos para el libro de registro, ¿cómo se llama la embarcación?
—Hummm... la tortuhogar se llama Tunante, ¿eso vale? —preguntó Muma.
—Por supuesto, con eso valdrá. ¿Y viajas sola o acompañada? —dijo Antonio, después de escribir el nombre de la tortuhogar con una letra pequeña y apretada.
—No, ahora mismo estoy con un dholoriano llamado Butfais y una que se llama Junco, pero ella como que no forma parte de la tripulación —explicó Muma.
—Comprendo...
—¡Ah! Y también está Nunanejo —dijo, el animal se encontraba junto a ella.
—Gracias, pero realmente no hace falta apuntar a las mascotas.
—Nunanejo no es mi mascota, es mi novia —anunció Muma.
—¿Cómo...? —preguntó Antonio.
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Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...