173. Los atajos son peligrosos

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 —A ver cómo te lo explico... —dijo Butfais abriendo su libro especial, era de aspecto anticuado con unas tapas duras de color carmesí y decoración floral dorada, en la portada había unas letras desconocidas para Muma y el dibujo de un ojo bien abierto —. Estamos en el Mar de los Recuerdos Perdidos...

—Bonito nombre... —murmuró Muma, pensando que Nadría se había convertido precisamente en eso: un recuerdo perdido.

—Se encuentra entre la isla de Alsi y la de Asli y... parece ser que las embarcaciones no suelen pasar por esta zona por la existencia de cierta criatura que se esconde en la niebla o es la niebla. Nadie lo tiene demasiado claro... —comentó Butfais, sus dedos pasaban por encima de la página, ¿sería así como el extraño dholoriano leía?

Muma se fijó en el mar tranquilo, en el que no quedaba nada de la niebla anterior. Solo la bella paz de un día soleado, nubes de efímera vida se deshacían en el azul, y el agua se mantenían tranquila, entorpecida y enturbiada por el rápido avanzar de la tortuhogar, incansable animal de ideas fijas, que buscaba algo que se lo callaba para él.

—¿Y por qué tuvimos que pasar por aquí? —preguntó Muma, apenas conocía al chico, pero le sentaba un poco mal que hubiera muerto. Aunque pensándolo bien, ¿de verdad lo estaba? La boca hipopótamo se dijo que no, que podía haber sobrevivido, quizás la cosa que se ocultaba en la niebla lo quería para que le ayudase en algo. Sonrío, no pensaría en él como muerto, por lo menos no hasta que viera su cadáver destrozado.

—Es la ruta más rápida para llegar a la isla de la brujería —informó Butfais.

Muma lanzó un resoplido y le lanzó una mirada dura a la tortuhogar.

—¡Pero Tunante! ¡Qué tampoco era tan urgente llegar! Mira que eres... —dijo, meneando la cabeza de un lado a otro. Por culpa de aquel atajo, uno de los tripulantes había acabado en vete a saber tú dónde.

Tunante giró la cabeza un poquito para lanzarle una mirada despectiva a Muma, le salió a la perfección, tanto que ella sintió unas ganas tremendas de borrársela a base de bofetadas.

Se aguantó las ganas, no creía que fuera demasiado inteligente hacer enfadar al canalla de Tunante y, además, nunca jamás le pegaría a un animal. A menos que fuera cuestión de vida o muerte.

—Posiblemente el amigo Tunante no sabía lo de la niebla —dijo Butfais con tono conciliador.

Por alguna razón, Muma estaba segura de que si lo sabía, pero que le importó un bledo y decidió cortar por lo sano. De todas formas, podía haber sido peor, podía haber sido Nunanejo la que se perdió en la niebla o ella misma. Sí, era triste que Nadría desapareciera, pero así era la vida y lo único que podían hacer era seguir hacia delante.

—¿La isla de la brujería es Alsi? —preguntó Muma.

Butfais asintió con la cabeza.

—¿Te interesaría saber la razón del nombre? 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora