75. Besitos a Nunanejo

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—Y también puedes hablar con toda la libertad del mundo con Nunanejo, que ella no se enfada por nada —añadió Muma sacando a la coneja del gran bolso que llevaba siempre consigo.

No podía ser de otra manera, Nunanejo siempre permanecería a su lado hasta que se convertiría en su querida Nuna, pero para poder conseguir tal cosa necesitaba encontrar a la bruja Serren que vete a saber tú dónde se escondía.

—Bueno... —murmuró Naida mirando dudosa a la conejita negra, ella la miraba mientras su nariz temblaba una y otra vez.

A Naida le parecía raro que Muma llevase a un conejo en su bolso porque, por lo que sabía, eso no era habitual en la gente de la isla de Asli. Quizás fuera debido a que ella era una extranjera que venía de una isla lejana.

Fuera como fuera, no le gustaba nada como Muma se acercaba a ella sonriendo de oreja a oreja y sujetando a Nunanejo con ambas manos. Nunca había estado tan cerca de un animal como aquel y tenía miedo que le mordiera.

—Le puedes dar un besito, le gustan que le den besitos en la cabeza —dijo Muma.

Pasito a pasito se acercaba a Naida y a esta no le gustaba nada estar tan cerca de un animal con unos dientes tan afilados. Ni lo pensó, dio un paso atrás y dijo con rotundidad:

—¡No! ¡No quiero hacer eso!

Ante la negativa de Naida, Muma hizo un puchero. ¡Pero bien lejos estaba de rendirse en su, estúpido, empeño!

—¡Oh, vamos! ¡No seas tan estirada, amiga mía! Pero mira qué linda es con sus orejitas largas, su naricita que siempre se mueve, su rabito pequeñito... —decía la mujer de la boca de hipopótamo y meneaba de un lado a otro a Nunanejo —. Dale un besito, aunque sea pequeñito... vamos...

—¡No voy a besar a tu conejo! —gritó Naida y apenas se aguantó las ganas de salir corriendo.

Una sonrisa pícara apareció en el rostro de Muma.

—Ala, lo que has dicho... —dijo y, de inmediato, se guardó a Nunanejo en el gran bolso, satisfecha por haberle sacado los colores a Naida.

La carita pálida de Naida se encontraba bastante roja, pero por fortuna no había demasiada gente por los alrededores, así que la vergüenza de soltar tremenda cosa en voz alta se vio un poquito mitigada.

—¿Tú eres siempre así? —le preguntó Naida y Muma se encogió de hombros.

—Ahora que ya nos hemos divertido juntas, ¿a dónde vamos de turismo? Quiero comprarle un lacito bonito a Nunanejo, luego ir a ver sitios bonitos de la ciudad, después ir a comer a un buen restaurante, por la tarde... ¿Hay algún jardín bonito donde echar la siesta bajo un árbol? ¡Y por la noche quiero bailar hasta quedar cansadísima! —dijo Muma, con los ojos brillantes por la emoción de pasar un gran día en aquella ciudad.

—¿Eh...? Pues yo no sé nada de eso... ni siquiera sé dónde nos encontramos ahora mismo... —dijo Naida.

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora