126. El arma inexistente de Muma

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La cara de Farlae relucía por el sudor, iluminada por la débil luz de los faroles de aquella calle, calle de la parte humilde de la ciudad, sumida en una oscuridad de tranquilidad rota por los exabruptos del azul.

—¡¡Te dije que tires el arma!! ¡¡Te lo estoy diciendo!! —rugía con la voz descontrolada por la rabia, a punto estaban de estallar aquellas palabras de color rojo, violento, de sangre.

—¡Pero qué arma ni que niño muerto! —gimió Muma, con los brazos en alto, aterrorizada a más no poder.

No le gustaban demasiado los policías, pero nunca pensó que terminaría siendo disparada por uno de ellos. Sobre todo porque el color de su piel era pálido, la suya era una repipi epidermis que se negaba en redondo a coger ni el más mínimo tono moreno y si intentaba conseguirlo tomando el sol, ella prefería quemarla de la forma más dolorosa posible.

—¡Qué tires el arma, tira el arma de una vez, tira el arma o te disparo! —gritaba enfurecido el agente de la ley, con el dedo temblando sobre el gatillo y una sonrisa mortífera en el rostro.

Al verla, Muma comprendió que Farlae quería matarla, pero matarla de verdad, y lo que decía sobre el arma inexistente no era nada más que su excusa para justificar que le volase la tapa de los sesos. Seguramente tendría en alguna parte una pistola que colocaría cuidadosamente al lado de su cadáver humeante.

Muma pensó que, quizás y a lo mejor, la Corona de Margaritas le protegería del disparo, ¿pero podía estar segura? ¿Cómo podía salvar el trasero? ¿Estaba su destino escrito con olor a pólvora? Su mente no le daba ninguna solución, pues giraba sin parar ante la idea de que iba a morir bien muerta, desangrada en el suelo, tirada bocarriba, observando como las estrellas se despedían de ella o bocabajo, lamiendo las piedras del suelo.

—¡Lo siento mucho, señor agente! ¡No quería pegarle, no quería hacerlo! ¡Solo fue instinto! ¡Y nos podemos ayudar mutuamente! ¡Sé dónde está la princesa pérdida! —gritaba Muma, en un intento de salvarse su pálido pellejo.

—¡He dicho que tires el arma! ¡Tira el arma! —gritaba el azul, tan metido en su espiral de violencia que no podía comprender que encontrar a la princesa sería bastante más beneficioso para él que matar a la pobre Muma.

—¡Qué no tengo ningún arma! —le gritaba Muma, con las manos bien en alto, temblando de puro terror, a puntito de mearse encima.

Le rompía el corazón el hecho de que nunca más volvería a ver el rico rostro de Nuna, con aquellos labios tan besables, esa mirada de inocencia pura y las dos coletitas con las que recogía su cabello negro. Ni sus dedos rozarían su piel en caricias de amor ni le volvería a hacer cosquillas hasta que se mease encima de la risa ni nada de nada, punto final y a la mierda.

—¡Vamos, coño, no dispares!

—Jódete —dijo Farlae, antes de apretar el gatillo.  

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora