—¿De veras crees que tienes las capacidades para crear algo digno de mención, mi querido amigo? ¿No será que tu autoimpuesta soledad te ha comenzado a afectar tu sentido de la realidad? No creas que lo digo con maldad, simplemente soy conocedor de tu obra y consciente de tu nulo talento —dijo Zorolen y croó una risa que irritó a Soalfón.
—Ya te dije lo que pensaba de mis antiguas obras, Zorolen. Pero de esta vez te demostraré que soy capaz de crear una obra maestra. Ahora, si me disculpas, seguiré trabajando —le dijo con sequedad y a punto estuvo de cerrarle la puerta en toda su cara de rana, pero Zorolen paró la puerta con una mano.
—No nos despidamos todavía, mi querido amigo. Ahora que has despertado mi interés, ¿pretendes dejarme en la ignorancia? ¿De qué se trata esa obra maestra? ¿Es quizás un retrato de alguna de esas innumerables mujeres que se pasaron día tras día por tu casa? —preguntó Zorolen.
—Tendrás que esperar a que esté terminada —dijo Soalfón, no intentó cerrar de nuevo la puerta.
Veía que el hombre con cara de rana estaba discurriendo algo y, aunque lo más probable fuera algo con lo cual al final salía lastimado, no podía dejar de tener curiosidad. A fin de cuentas, Zorolen era un túnica Roja y uno de los artistas más respetados de toda la isla. Quizás en esta ocasión, lo que maquinaba la rana no supondría dolor y sufrimiento para él sino todo lo contrario.
—¿Estás seguro? ¿De verdad crees que lograrás crear una obra maestra? —preguntó Zorolen, una sonrisa traviesa se contorneó en su cara de batracio.
—Seguro... —murmuró Soalfón, sin la seguridad como antes.
—Si ese es el caso, ¿estarías dispuesto a demostrarlo? —preguntó Zorolen.
—Ya te lo dije, cuando esté terminada la podrás ver y entonces descubrirás que yo tenía razón —dijo Soalfón, aunque bien sabía que eso no sería suficiente para la rana: a él le gustaba el teatro y no dudaba de que en su perversa mente se estaba organizando un espectáculo.
—¡Vamos, eso no es divertido! La vida es juego, ¿no? Hagámoslo más interesante: presentemos tu cuadro ante un distinguido público y hagamos que el juez de tu obra sea una persona de reconocido prestigio. ¿Qué te parece?
—Y esa persona serías tú, ¿no? —preguntó Soalfón quién ya se podía imaginar el escenario de la rana, destrozando cada centímetro de su cuadro ante el jolgorio de su séquito.
—¡Oh, no, no! No seré yo, será nuestra bien amada e ilustre Reina Multicolor —dijo Zorolen.
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Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...