32. Fuegos artificiales y peligrosas danzas

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 La noche cayó con su telón de estrellas y la oscuridad fue iluminada por un aluvión de fuegos artificiales que estallaban en el cielo con formas de grandes flores, rostros sonrientes, cascadas que chispeaban antes de apagarse en el mar de oscuras aguas.

Muma y Nuna observaban el espectáculo en la playa e incluso Tunante encontraba el espectáculo interesante. Los fuegos artificiales hicieron que Ooh se acordase de su ciudad natal, a la cual hacía años que no visitaba. Cierta morriña nació en él, amplificada por el alcohol que llevaba en el cuerpo.

Nada más terminar los fuegos artificiales, los habitantes de Pietra encendieron enormes hogueras en la playa y, al ritmo de enloquecidos tambores, comenzaron a bailar a su alrededor. Como no podía ser de otra manera, Muma y Nuna se unieron a aquella danza de fuego.

Ooh no bailó, prefería continuar bebiendo cerveza y fumándose un cigarrillo que le sabía a maravilla. Hacía tiempo que no se emborrachaba de esa manera y le estaba sentando de maravilla. Aunque quizás se lamentase por la mañana en cuanto tuviera que sufrir la resaca.

Cerca del viejo, se encontraba Tunante la cual tampoco se unió a la danza salvaje porque las tortuhogares no suelen bailar. Además, estaba disfrutando de unas coles que estaba deliciosas.

—Una sorpresa... ¡Qué tuvieran una tortuhogar con ellas! Eso no me lo esperaba —decía Ooh que se encontraba tan borracho que hablaba con Tunante y este lo miraba con curiosidad mientras comía despacito, ya que así le dura más la comida.

No podía contestarle porque carecía del habla pero entendía las palabras que le decía. Quizás podría intentar comunicarse de alguna manera como dando golpecitos en el suelo con las pezuñas, pero las tortuhogares nunca habían intentado hacerlo porque creían que hacerlo se convertiría en algo pesado.

—Me pregunto si sabrán sobre tus poderes... No solo lo de la casa que tienes en el caparazón, sino... el otro poder... —preguntó Ooh, tenía en su cara una sonrisa traviesa que parecía pertenecer más a un niño que a un hombre de su edad.

Tunante estaba completamente seguro de que ellas dos no sabían nada sobre aquel otro extraordinario poder que tenían las tortuhogares. De todas formas, él apenas dejado a su madre para recorrer el mundo por su propia cuenta y, por el momento, no sabía usar aquella maravillosa edad: solo la podría utilizar cuando fuera más sabia. Ooh iba a continuar hablando, pero antes de que pudiera seguir molestando a Tunante, que solo quería comerse sus coles, una mujer del pueblo se le acercó con una gran sonrisa en la cara.

—¿Quieres bailar conmigo? —preguntó.

Puede que Ooh fuera viejo, pero era joven de espíritu y no podía rechazar una oferta como aquella. Aunque seguramente por la mañana su cuerpo no se lo agradecería en absoluto... 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora