56. El pintor cansado

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 Muma llamó al timbre de la casa y, en menos de un minuto, le abrió la puerta un hombre vestido con una túnica de color naranja. Por la mirada caída que tenía daba la sensación de que se iba a quedar dormido en cualquier momento y le nacía debajo de una nariz delicada un bigote que apenas eran cuatro pelos mal contados.

—¿Sí, qué desea? —le preguntó dándole una calada a la boquilla de cuyo final nacía un cigarro finolis.

—Pues es que me envía Goedi, me dijo que buscas mujeres para hacer cuadros —le dijo Muma y tuvo miedo de que la rechazase porque no quería mujeres que tuvieran bocas de hipopótamos.

—Oh, bien... pasa... —dijo el hombre dándole un trago a una copa de un licor de tonos castaños —. Mi nombre es Soalfón...

Muma dio un paso a la casa: estaba bien iluminada, de muebles ligeros y de calidad. Plantas y flores nacían de todas partes y proporcionaban al ambiente un rico aroma frutal.

—Soy Muma... Me vas a pagar, ¿no? —le preguntó, porque no se había olvidado de lo importante: quería dinero para comprarle un lazo rosa a Nunanejo.

—Claro... Te daré cien créditos... Vayamos al estudio —dijo Soalfón bostezando de forma perezosa y subiendo las escaleras que daban a la segunda planta.

—Cien créditos... Si te soy sincera, no sé si eso es mucho o poco. Soy nueva en la ciudad —explicó Muma.

—¿Nueva...? Los créditos son utilizados en todo el Archipiélago —dijo Soalfón.

—También soy nueva en el Archipiélago —contestó Muma.

Llegaron al segundo piso, una vez allí se metieron en una amplia habitación en la cual había numerosos caballetes y cuadros a medio terminar. Todos tenían un mismo tema: el cuerpo femenino, también desnudo como vestido.

—Eso debe ser interesante, Muma. También me gustaría ser nuevo en algún sitio, esta ciudad no carece de sus encantos, pero últimamente siento que me falta algo... ¿No ves algo común en mis retratos? —preguntó Soalfón, su voz se arrastraba, cual gusano.

—No están acabados—contestó Muma.

—Exactamente... Me siento impotente, no soy capaz de asir la inspiración con mis manos... ¿Te puedes creer que llevo un mes sin acudir a ninguna fiesta? —suspiró el hombre, mirando a la calle desde el ventanal.

—¿Y por qué no te vas de la isla a buscar aventuras? —preguntó Muma.

—Quizás fuera la solución: unas vacaciones en una isla alejada. Pero por el momento, estoy en Asli y debo pintar... Quizás contigo sea diferente, Muma —le dijo el hombre y apartó la mirada de la calle para ofrecer una sonrisa lánguida.

—Esperemos, pero de no serlo me seguirás pagando, ¿no? —preguntó Muma, cauta como una gata.

—Por supuesto, siempre pago a... —Soalfón no terminó la frase porque sonó el timbre de la puerta —. ¿Pero quién podrá ser a estas horas...? 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora