178. Hablar por los codos

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 —¿Cómo que una prueba...? —preguntó Muma.

No le gustaba ni un pelo la idea de que le pretendía arrebatarle de las manos el título del Garfio Áureo porque, según lo que había entendido, tenerlo significaba que podía ganar dinero a espuertas. Además, también estaba el hecho de que ellos le proporcionaban comida y bebidas gratis, o como mínimo a un buen precio.

—¡Una prueba, claro una prueba! ¿Cómo podía ser de otra manera? —rugió Junco mientras entraba en el interior de la casita, al restaurante de mesas de madera, la larga barra, el ambiente rústico y agradable con un olor que recordaba hogar y que le traía a la verde ciertos recuerdos de morriña. Aspiró con fuerza, sonrió y encasquetó el abundante trasero en una de las sillas —. Tendrás que entender que la reputación que tenemos la tenemos porque somos buenos en lo que hacemos, ¿no? Me refiero al Garfio Áureo y ser parte de nosotros te de unas ventajas de la rehostia —decía la mujer verde mientras se sacaba del peto de su jardinera una pipa larga y elegante junto a un paquete de tabaco y un mechero —. No podemos permitir que una extraña vaya por ahí suplantando al dueño de verdad, pero también es cierto que no hemos escuchado ninguna queja de la reciente apertura en Acudid, así que puede ser que tan mal no lo hagas y estoy más que dispuesta a darte el beneficio de la duda, ¿me entiendes o qué? —preguntó Junco mientras se llevaba la pipa a la boca, ya preparado el tabaco, y la encendía. Pronto lanzaba círculos de humo al techo.

—Yo... —murmuró Muma, un poco confundida por el hecho de que Junco era verde. Aunque ya se creía acostumbrada a las cosas raras que aparecían en aquel mundo extraño, siempre había lugar para más sorpresas inesperadas. Como aquella habladora mujer de piel de hierba, que hablaba por los codos —. Vale... supongo que es justo eso que dices...

—¿Cuánto personal tienes ahora? ¿Cocinero, camarero...? Tiene suerte de tener a Tunante, puede que sea un poco gamberro, pero de la limpieza se encarga él. No sé exactamente cómo lo hace, creo que Radna ni idea tampoco, pero lo hace y eso es una maravilla.

—¿Limpia él...? Ya me parecía a mí que esto no se ensuciaba nada... —dijo Muma, encantada otra vez de haber conseguido aquella casita tan útil encima de una tortuhogar tan mona, aunque a Tunante no le gustaría nada que se refirieran a él con ese tipo de términos.

—Vamos a ver, vamos a centrarnos, vamos que no tengo todo el día —dijo, aunque esto era bastante mentira —. ¿Personal? Suelta por esa boca tan larga y grande que tienes a quién tienes aquí trabajando, ¿vale? —exigió Junco.

A Muma no le gustó demasiado que hicieran tal mención a su boca, pero decidió no tenérselo en cuenta porque estaba en la mano de Junco que conservara el título del Garfio Dorado. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora