50. Una proposición indecente

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Muma se despidió de Ooh y le sacó la lengua a Butfais, después se echó a correr calle arriba y, más pronto que tarde, se encontraba perdida en las calles de la viva ciudad de Acudid.

Lo primero que notó es que casi todo el mundo vestía con túnicas de múltiples colores: amarillos, naranjas, morados, azules... aquello era como caminar a través de un arcoíris. Además, muchos de los hombres y mujeres con los que se cruzaba llevaban sombreros picudos.

—Túnicas y gorros... ¿Tú crees que será una ciudad de magos, Nunanejo? —le preguntó a la coneja, no obtuvo ninguna contestación y tampoco es que se la esperase porque este tipo de animales no suelen hablar demasiado.

Nunanejo asomaba la cabecita por fuera del bolso y observaba la ciudad mientras su naricilla se movía continuamente. ¿Qué pensamientos cruzarían la mente del animalillo? ¿Serían relacionados con jugosas coles de Bruselas? A pesar de la creencia popular, los conejos no les gustan especialmente las zanahorias.

Muma derrapó frente a una tienda con una fachada que se podría considerar como tradicional. La fausta bestia se llamaba el local y estaba especializado en todo tipo de vestidos para cualquier raza de animal. Lo que le había llamado la atención a Muma fue un precioso, a la par que caro, lazo rosa de pura seda.

—¡Mira eso, Nunanejo! ¿No te quedaría monísimo en linda cabeza? Como me encantaría poder comprártelo... —suspiró Muma.

El problema venía que en el interior de los bolsillos del vestido blanco no había nada de dinero. De hecho, bien se podía decir que no había absolutamente nada. Muma solo llevaba lo puesto y el bolso.

—¿Necesitas dinero, extranjera? —le preguntó un hombre de voz suave, túnica violeta y mirada titubeante, no debería tener muchos más de veinte años y parecía frágil cual copo de nieve.

—Sí que necesito dinero... —contestó Muma.

A duras penas venció las ganas de huir porque era de sentido común desconfiar de la gente desconocida que va ofreciendo dinero por las calles. Pero realmente quería aquel lazo rosa para Nunanejo y, además, siempre podía contar con el poder de su corona de margaritas para salir indemne de cualquier peligro.

—¡Eso está muy bien, señorita! Mi amo... él le puede ofrecer dinero... por sus servicios... —dijo el individuo paliducho, dándole un repaso de pies a cabeza.

—Un momento... ¿Tendré que desnudarme? —preguntó Nuna, ella no deseaba tanto el lazo rosa como para vender su dignidad como persona humana.

—¿Desnudarte? Puede ser... no estoy seguro de lo que quiere hacer el amo contigo... pero a veces creo que si quiere que las mujeres que lo visitan se desnuden ante él... —comentó el hombre aquel.

Eso fue suficiente como para encender las entrañas de Muma, ¡ella nunca se acostaría con alguien por dinero! ¡Y le parecía feísimo que le dijeran semejante cosa en medio de una calle tan bonita como aquella! No se pudo contener y le dio una bofetada al desvergonzado sujeto. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora