—¡Muma! ¡Levanta el culo de la cama y ven aquí ahora mismo! ¡Muma, Muma, Muma! ¡Ven aquí! —gritaba Nuna y golpeaba con insistencia la barandilla.
Ella se encontraba en el balcón de la casita, el mismo que conectaba con el dormitorio y allí mismo es dónde se encontraba Muma tumbada en la cama disfrutando de una mañana que se balanceaba entre el sueño y realidad. Los chillidos de Nuna destrozaron aquella tranquilidad como un conejo atrapado por las fauces de un león.
—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas tanto? —le preguntó Muma y bostezaba, se levantó de la cama y salió al balcón. El fuerte brillo del sol la cegó un poco y gruñó, quería volver al interior del dormitorio, quería dormir un poquitín más...
—¡Por eso! ¡Mira, mira lo que hay allí! —gritó una muy sonriente Nuna señalando algo en el horizonte.
Muma se frotó los ojos y, cuando descubrió lo que era, emitió un grito de excitación y por fin pudo quitarse de encima todo el sueño que sentía.
—¡Una isla! ¡Después de una semana navegando nos encontramos con otra isla! ¡Y esta parece más grande que la anterior! —chilló Muma, pero lo cierto es que no era nada difícil.
—¡Caray, y espero que también esté más habitada! Tengo ganas de... ¡De ir al cine, tomar el café en una bonita plaza, comprarme ropita! —dijo Nuna, con una sonrisa boba en la cara.
A medida que Tunante se fue acercando a la isla, la esperanza de ambas mujeres fue aumentando. Porque la tortuhogar iba en dirección al puerto de un pequeño pueblo de casas blancas. Civilización, allí existía la civilización y podrían volver a encontrarse con personas, tiendas, perros, pastelerías...
—Quiero algo de chocolate... —comentó Muma, relamiéndose los labios.
—Pero Muma... ¡No tenemos nada de dinero! —gimió Nuna y el buen ánimo que tenía antes decayó un poquito.
Muma chasqueó la lengua.
—Eso es cierto... pero... a ver... Quizás podamos hacer lo del restaurante —dijo Muma, sin estar demasiado segura de lo que decía.
Le gustaba cocinar y le gustaba como sabían los platos que preparaba, pero no sabía si la gente que probase sus cocinas quedaría lo suficientemente contento como para pagarle.
Tunante se colocó al lado de un pantalán y Nuna saltó desde el balcón con el peligro de romperse las dos piernas, ya que la altura era bastante grande. Después, comenzó a correr en dirección a un grupo de personas que se encontraban en el puerto.
—¡Hace una semana que no veo a otra persona que a Tunante y a Muma! ¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? —preguntaba Nuna.
—¿Por qué me menciona después de la tortuga...? —murmuró Muma, un poco molesta y no saltó por el balcón, sino que salió por la puerta como las personas normales.
Nada más salir, descubrió que Nuna la miraba con cara desconcertada.
—Muma, creo que aquí pasa algo raro...
—¿A qué te refieres? —preguntó Muma, acercándose al puerto.
—Esto no son personas... ¡Son estatuas! —exclamó Muma.
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Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...