145. Todo saldrá bien

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Micaela estaba en el suelo agarrándose el brazo por encima del codo y el resto del antebrazo ya no era sino ausencia. Espanto de carne destrozada y hueso sobresaliendo, sangre derramándose sobre el top de la pelo rosa y aullidos de dolor escapando de su garganta. Un ramalazo de pena conmovió a Muma, pero pronto se dio cuenta de que si acabó así fue porque intentó matarla, si no lo hubiera hecho, continuaría viva.

—Esto te lo has buscado tú —le espetó con dureza y se dio la vuelta, alejándose de ella con rapidez, apartando la mirada de aquel brazo destrozado, una imagen que perseveraría en su memoria un largo tiempo.

Al abrir la puerta de salida, cerró de un portazo y se alejó de la puerta, escapando de los gritos que la ponían nerviosa. Fue recibida por el frío mañanero de un día sin nubes. Castañearon los dientes por el súbito frío y se sintió pequeña en aquel callejón, incapaz de enfrentarse a la misión que tenía sobre ella.

—¡Lo voy a hacer, lo voy a hacer porque no me queda otra! —dijo Muma y negó con la cabeza, apartando de un lado todas las dudas: si lo conseguía, por fin recuperaría a Nuna y podrían darse el lujo de unas vacaciones, unas en dónde nada demasiado peligroso sucedería, simplemente navegarían por el mar hasta encontrar una isla paradisiaca donde pasar unos días de paz, baños en aguas cristalinas, tranquilidad y cena bajo la luz de las estrellas.

Muma salió a la calle principal, se encontraba en los barrios bajos de la ciudad, en los cuales el lujo y color de la otra parte de la ciudad solo era un recuerdo. Gente de túnicas violetas e índigos caminaban de un lado a otro sin prestarle atención, a pesar de que ella vestía con una túnica de color blanco, a pesar de que llevaba sospechosamente la cara tapada por un foulard, unas gafas de sol y un sombrero de paja.

—Hoy volverás a ser la misma —le dijo a Nunanejo, rascándole la cabecita y ella la miró, quizás sin comprender lo que decía, quizás sí —. Eso o moriremos en el intento.

Nada más decir aquellas palabras insensatas, Muma se arrepintió. Le habían salido sin querer y hasta le quemaron la lengua, le patearon el espíritu y revivieron sus dudas. Se dio una bofetada a sí misma, que fue más fuerte de lo que pretendía y hasta se hizo un poco de daño.

—¡Yo no soy una gafe, mierda! —gritó y unos cuantas personas la miraron, con confusión.

Muma comenzó a caminar con pasos cortos y rápido. Tenía que llegar cuanto antes, tenía que parar aquel asesinato, tenía que salvar a Nuna. Después de eso, por fin, ambas podrían ser felices.

—Todo saldrá bien, te lo juro, Nunanejo. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora