Soalfón entró como un vendaval al interior del Restaurante errante y su mirada, enloquecido, giró por todo el local buscando el lugar perfecto donde colgar su obra maestra. Se imaginó el rostro de horror de la reina al descubrir lo que había pintado y una risa, loca, escapó de sus labios. Ese sería el momento en que pasaría de ser persona, se convertiría en leyenda y no le importaba nada terminar muerto.
—Buenos días, tú debes ser el hombre que pinta cosas. Mi nombre es Butfais y tengo que decir que me gusta el arte. Yo mismo me considero un artista, ¿te gustaría leer mi obra? —dijo el dholoriano que se acercaba a pasos agigantados en dirección al pintor y tenía en su mano un manojo de papeles en donde había una letra pequeña y bella.
—¡Aléjate de mí, engendro del abismo! —bramó el artista y le dio un manotazo a la obra magna de Butfais.
Las hojas volaron como si fuera otoño, esparciéndose a lo largo y ancho del local, un montón de ellas, tanta que parecía producto de una exageración. Soalfón no se disculpó ni nada, casi fue como ni se diera cuenta de lo que había hecho, pues su mirada volvía a recorrer a toda velocidad el restaurante: las mesas de madera, la barra tras la cual se arrejuntaban botellas de alcohol de coloridas etiquetas, la puerta que daba en la cocina delante de la cual se encontraba Nadría con la boca abierta: no se había esperado que el amigable Soalfón tratase de esa forma al pobre Butfais.
—¡Eureka! —bramó el pintor: colocaría su obra encima de la chimenea, era el mejor lugar de todo el local, pues la luz de una ventana caía sobre el lugar iluminándolo bellamente.
Nadría se acercó a Butfais y le puso una mano sobre el hombro.
—Siento todo esto...
Butfais lanzó un largo suspiro.
—Debería haber numerado las páginas —dijo y se fue por un largo corredor con la cabeza gacha.
Soalfón acababa de colgar el cuadro por encima de la chimenea y lo observaba con una gran sonrisa en la cara. Fue en ese momento cuando entró Zorolen en el local, había llegado tarde porque, cuando no quedaba demasiado para llegar, Soalfón comenzó a correr mientras se reía. El hombre rana se acercó al pintor y la curiosidad le pinchó, quiso saber cómo se veía el cuadro, pero nada más tocar la tela que tapaba el lienzo, Soalfón lanzó un grito que era como si lo hubiera acuchillado.
Y le dio una gran bofetada a Soalfón, una que hasta recibiría la aprobación de Muma.
—¡¿Se puede saber qué estás haciendo gordo inútil?! ¡El cuadro no se desvela hasta que esté la reina! ¡¿Me entiendes?!
Zorolen se sintió asustado ante aquel arrebato de pasión de Soalfón así que contestó con un rápido movimiento de cabeza. Pensó en dar marcha atrás, todavía podía hacerlo, pero el deseo de ver al fracasado pintor completamente humillado fue más fuerte.
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Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...