107. La tristeza de Nadría

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 Nadría se sentía de más en la mesa compartida por Somat y Naida; así pues, decidió marcharse y quizás acarició la idea de, al ver como se levantaba sin decir ni una palabra, un lo de los le preguntara: ¿A dónde va? Preferiblemente, le encantaría que fuera Naida.

La decepción fue grande cuando ninguno de los dos se dio cuenta de que se marchaba, simplemente continuaron hablando sin apartar la mirada el uno del otro. Y en la boca de la chica surgía una pequeña y deliciosa sonrisita que Nadría deseó de todo corazón que fuera dirigida para él. Pero no era así y nunca lo sería.

Se alejó de la gran zona en dónde se esparcían las mesas sin control y, si no hubiera estado tan ensimismado con sus pensamientos de derrota amorosa, se hubiera dado cuenta de que algo raro sucedía: el interior del local era el doble de grande que cuando lo había visto por la tarde.

Pero Nadría arrastraba el alma hacia un largo corredor y decidió ir al servicio, pues la vejiga le apretaba de las ganas de mear que tenía. Pensaba en Naida, en todas aquellas mujeres que caían rendidas ante la frialdad de Somat y para él no tenía nada de nada. Refunfuñaba por lo bajo dándole patadas a piedras invisibles.

El destino lo había conducido al Restaurante Errante, ¿pero había sido solo para juntar a Naida y Somat? ¿Por qué no podía ser él por una vez? ¿No tenía acaso derecho al amor? Suspirando, deprimido, nervioso y hastiado, aquel Nadría no se parecía en nada al Nadría de siempre, el bromista que siempre sonreía y no se tomaba en serio nada.

De una puerta entreabierta surgía una conversación y, sin pensarlo, Nadría se acercó para escuchar lo que decían. Las palabras que se intercambiaban en lugares alejados a menudo cargaban información valiosa y, aunque no lo creía, aquello podría ser la razón de que el destino lo hubiera conducido hasta el Restaurante Errante.

—¿La Reina Multicolor...? ¿Aquí? —preguntó una voz que reconoció como la del dueño del local, aquel tal Ooh. De todas formas, lo importante no era su propietario, sino el contenido de sus palabras.

—Sí... mi deseo es realizar en tu local la exhibición de un cuadro y mi intención es que la Reina Multicolor esté presente. ¿Supone algún problema? —preguntó una voz gangosa y, por alguna razón, pensó en una rana gigantesca.

—No... pero no sé si es el local indicado para una reina... —dijo Ooh, cabalgaba la duda en sus palabras, pero también una emoción creciente.

—Tonterías, este restaurante está aprobado por el Garfio Áureo, así que es digno de una reina. Además, seréis pagados de manera generosa, que no diga que en Asli somos unos rácanos —dijo el gangoso.

Nadría estaba contento, ya sabía la razón de que el destino lo condujera hasta el restaurante. ¡Él mataría a la reina y así demostraría a todas las mujeres lo que era un hombre de verdad! 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora