83. Sin salida

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 La conversación entre Muma y Naida no llegó a nada más porque sonaron agresivos silbidos. Corrían apurados en su dirección un grupo de túnicas Azules que meneaban al cielo porras de aspecto peligroso. Intentar explicar que todo aquello fue un accidente no le parecía a la rubia lo más sensato, así que cogió a Naida por la muñeca y comenzó a correr.

—¡¿A dónde vamos?! —preguntó esta y Muma distinguió una sonrisa iluminando su cara.

"¡Claro, para ella no habrá ningún problema si la pillan! Es la princesa y seguramente los que lo pasarán mal son los azules eses si le hacen algo de daños... ¿Pero yo qué? ¡No quiero volver ir a la horca!" pensó Muma, con el corazón subiéndole por la garganta.

—¡¡Y yo qué sé!! ¡¡A escapar de esos azules!! —gritó Muma.

Corrían por callejones estrechos que parecían componer un escenario de laberintos y esperaba que de esta manera les fuera más fácil escaparse de los azules. Por desgracia, los irritantes silbidos les besaban los talones y a cada segundo se hacían más intensos.

—¡Nos van a pillar, nos van a pillar! —gritaba Naida y lanzaba carcajadas de puro gozo.

Ella ya no se parecía en nada a la chica muda que arrastraba el espíritu por las calles. El cabello había perdido el lazo de goma con el que creaba la coleta y se encontraba libre y alborozado, abundante y rodeando aquella carita exaltada por una gran sonrisa que rompía en continuas risas.

Muma no compartía su buen humor porque estaba preocupada de que los azules las pillaran y le golpeasen con las porras.

—¡Gira a la derecha! —gritó Naida y Muma obedeció debido a que le dio la impresión de que sabía de qué estaba hablando, quizás había caminado por aquellos callejones intrincados por la mañana y sabía algún lugar seguro por el cual escabullirse de sus perseguidores.

Así pues, Muma giró por la esquina y corrió unos cuantos metros antes de frenar en seco. El callejón terminaba en una pared que se elevaba hacia el cielo con un poderío que la dejaba sin aliento. Se dio la vuelta, dispuesta a seguir huyendo.

La salida de aquel callejón estaba ocupada por una gran cantidad de túnicas Azules. Ojos sombríos, bocas congeladas en un gesto de amenaza y avanzaban pasito a pasito.

—¿Por qué dijiste que girara a la derecha, so idiota? —le preguntó Muma, pesadillas de porras golpeándola acosaban su mente.

—¿Por qué me hiciste caso? ¡Si ya sabes que no tengo ni conozco de nada la ciudad! —se quejó ella.

Muma bufó, pero no merecía la pena cabrearse con Naida porque asuntos más preocupantes se acercaban a ellas dos. Los túnicas Azules sonreían como si fueran lobos y Muma se sentía cual oveja, esa era una sensación de lo más odiosa. Recordó que su Corona de Margaritas tenía poderes maravillosos y una risa confiada surgió de entre sus labios.

—¡Ha! ¡Lamentaréis haberos cruzado en mi camino! ¡Corona de Margaritas, actívate! —gritó.

Y no sucedió nada. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora