50 | Quiérete un poco

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El miércoles por la madrugada, el avión privado de los Jones aterrizó en el aeropuerto de Los Ángeles.

Jughead se dirigió a su auto que había dejado en el aparcadero del aeropuerto y subió a este, para manejar hasta su casa.

Al llegar, abrió la puerta, viendo todas las luces apagadas, excepto por la de las escaleras y escuchó pasos en esta.

Se asustó por un momento, hasta que vió a la rubia llegar al primer piso, con un vestido negro, tacones altos y una copa en sus manos.

- ¿Betty? -preguntó. - ¿Como entraste, amor?

Intentó acercarse y ella negó, estirando su mano para mover su dedo de lado a lado. El paró en seco.

- Tu madre me dió las llaves porque le dije que quería recibirte. -explicó, bebiendo todo el líquido de la copa y la dejó en la mesada de la cocina a su lado.

- ¿Y no piensas saludarme? -enarcó una ceja.

- ¿Saludarte? -preguntó y rió sin gracia, acercándose a él. - ¿Con un beso, como el de Franchesca?

- Juggieboo... -la castaña hizo un puchero frente a él. - ¿Por qué ese humor? -preguntó, poniéndose tras él, comenzando a hacer un masaje en sus hombros.

- Franchesca, deja de tocarme. -el pidió cansado, quitando sus manos de sus hombros.

Ella bufó. - Seguro estás así por tu noviecita... -se sentó frente a él sobre el escritorio, abriendo sus piernas, a lo que Jughead desvió la mirada de ella. - No te da lo que necesitas, pobre chico... -dijo con falsa tristeza.

- Franchesca. -sonó serio, aún sin verla.

Ella sonrió y se acercó a él repentinamente, tomándolo de las mejillas para besarlo en un rápido e inesperado movimientos.

Intentó mover sus labios, pero ese intento no duró mucho más, sino hasta que Jughead se levantó alejándose de golpe.

- ¿Que mierda, Franchesca? -preguntó, pasando su mano por sus labios. - Estás loca. -murmuró. - ¡Ya te dije que no quiero nada contigo!

- Yo si te daría todo lo que necesitas. -intentó acercarse de nuevo.

- Mierda mujer, quiérete un poco. -le pidió, caminando hasta la puerta. - Y no te me vuelvas a acercar si no es por trabajo, porque sino juro que romperé todo tipo de contrato entre las empresas de nuestras familias, y estoy seguro de que la tuya lo necesita más que la mía...


Dijo con molestia, abriendo la puerta y la miró.

- Nos vamos en una hora, no quiero verte hasta entonces. -terminó, para salir de la oficina cerrando la puerta de un golpe.

- Te conté todo exactamente como pasó porque quise ser sincero contigo. -explicó. - Y te dije que yo me alejé, pensé que no te había molestado.

- Oh no, no me molesté. -negó. - Pero... Creo que debo recordarte que soy la única que puede besarte. -llevó su mano a su pecho y comenzó a desabrochar los botones de su camisa. - Tocarte... Y escucharte pedirme más.

- Betty... -el jadeó, forzando su mandíbula y ella sonrió, quitándole la camisa, dejando su pecho desnudo.

- Tranquilo, Juggieboo. -dijo divertida, acercándose a su oído. - Esta noche. -murmuró. - Mando yo.

El tragó en seco y negó, tomándola de la cintura.

- No sueñes, Elizabeth. Y no me digas así. -le pidió de forma seria.

- Suéltame. -ella le pidió, mirándolo a los ojos.

El soltó una risa sin gracia y los dió vuelta, para estrellarla contra un estante de la sala.

- Puedes decir lo que quieras y hacer lo que quieras conmigo... -murmuró con la voz ronca. - Pero, ¿Tener el control? -rió. - Eso no, nena. -negó, acariciando su mejilla. - Ahora salúdame como se debe, no te veo desde hace una semana.

Ella sonrió de lado, tomándolo del cuello. Se acercó y cuando el creyó que la rubia estaba por besarlo, ella se arrodilló frente a él y comenzó a desabrochar su pantalón.

Jughead bufó, pero se quedó ahí, sabiendo lo que la rubia estaba a punto de hacer, cuando descubrió su miembro frente a ella.

La rubia lo miraba a los ojos, mientras metía en su boca su miembro que estaba cada vez más duro, sacándolo y metiéndolo con rápidos movimientos que lo volvían loco.

Y esa mirada... Dios, Jughead sentía que esa mirada de ella lo iba a matar.

El pelinegro cerró sus ojos y gimió con fuerza, tomando el cabello de la rubia, sintiéndose cada vez más cerca del climax.

Pero cuando estaba a punto, ella solamente se alejó y se levantó, caminando hasta la cocina.

El se quedó con sus manos contra el estante, y al abrir los ojos, frunció el ceño con molestia.

- ¿Que mierda, Betty? -cuestionó.

La miró servirse un trago de vino en la misma copa de antes de forma relajada.

Ella solo se encogió de hombros. - Te dije que yo tendría el control esta noche. -se encogió de hombros y se acercó a él. - ¿Quién resolverá eso? -señaló su entrepierna. - ¿Tu con tus manos, o yo bajo mis reglas?

El gruñó mirando como ella se alejó de nuevo, subiendo las escaleras.

Ballerinas | Bughead | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora