Capitulo 10 (Dul)

436 17 6
                                    

A partir de este capítulo la que narra la historia es nuestra querida Dul!!

Lo vi marcharse y no pude reaccionar. Estaba como paralizada, no asimilaba lo que acababa de ocurrir, ¿realmente había sido tan cruel como para darle a Poncho donde más le dolía deliberadamente? ¿Qué clase de amiga era yo? Me sentí como la peor persona del mundo, porque sin duda lo era, ¿cómo había sido capaz de decirle lo de Annie cuando yo sabía perfectamente cuanto le costaba expresar sus sentimientos? Quería pedirle perdón, le suplicaría que me perdonase si era necesario, cualquier cosa para enmendar mi error, pero también lo conocía y sabía que necesitaba un momento de soledad para asimilar las cosas, para saber que actitud quería adoptar conmigo... deseé que se enojara, porque me lo merecía. Poncho tenía razón... yo seguía siendo una escuincla.


Alcé la cabeza y ya no vi a mi amigo por ninguna parte, seguramente al ver que yo no quería alcanzarle había acelerado el paso, cuando las situaciones escapaban a su control se ponía muy nervioso, necesitaba alejarse y verlo todo desde otra perspectiva. Yo tampoco supe muy bien que hacer... ¿volver al Tequila? Seguramente los otros me bombardearían a preguntas sobre donde estaba Poncho y que había pasado, y la verdad ni tenía ganas de contestar sus preguntas ni sabía muy bien como hacerlo. Me sentí completamente desorientada y, de repente, aquel día que había empezado tan bien ante la perspectiva de la fiesta nocturna en la playa y que había mejorado con la llegada de Annie, se había convertido en uno horrible, de esos en los que uno no debería salir de la cama.

Me puse a caminar lentamente, dejando que mi subconsciente guiase mis pasos, porque mi yo consciente no sabía muy bien a donde dirigirse. Caminé por las desiertas callejuelas de Ikal del Mar con una ligera sensación de malestar independiente de mi reciente discusión con Poncho... la neta no me gustaba nada ver todo tan vacío, ¿dónde se habría metido todo el mundo? Pensé en regresar a casa, me encerraría en mi cuarto y me auto-castigaría de alguna forma, obligándome a tirar el chocolate (uno de mis vicios favoritos) o algo así... pero rectifiqué enseguida. Seguramente mi mamá estaría allá porque entraba a trabajar de tarde los viernes, y lo que menos me apetecía en ese momento era que me empezase con sus insinuaciones sobre yo y Poncho, porque, aparte de que ya no sabía como explicarle que entre el y yo no había nada más allá de la amistad, ahora mismo tampoco sabía si alguna vez volvería a hablarme... ¿a donde podía ir?

Me decanté por dar un paseo por el puerto hasta llegar a la playa, que era algo así como mi refugio. Con un poco de suerte alguien habría dejado alguna cuerda o algo tirado con lo que yo pudiera tropezarme y darme un golpe en la cabeza, a ver si así se me reacomodaban las ideas. De camino al puerto, algo me llamó la atención a escasos metros de mi e hizo que me detuviese. Estacionado solitariamente prácticamente encima de la vereda, al lado de un parque infantil, un flamante carro destacaba entre el modesto entorno. Honestamente yo no sé mucho de coches, pero aún así reconocí que ese debía de ser carísimo y además parecía recién comprado, era un convertible negro, brillante como si su dueño no se dedicase a otra cosa en todo el día que a sacarle brillo. Pero lo que más me llamó la atención no fue el coche, sino que, dentro de el, una pareja mantenía una acalorada pelea. Vaya, parecía el día de las discusiones en este pueblo... Iba a pasar de largo, no soy para nada chismosa y no me parece lo de escuchar conversaciones ajenas, pero cuando oí detenidamente la voz de aquel hombre, se me hizo tan familiar que tuve que quedarme para averiguar quien era, pero me prometí a mi misma que en cuanto lo descubriese, me marcharía, pues yo no tenía nada que hacer allí.

Me agazapé como pude detrás de unos descuidados arbustos que estaban justo al lado del coche, puse cuidado de mantener el equilibrio para no caerme en una asquerosa caca de perro (la gente con perros no debería ser tan cerda de dejar esas cosas por ahí tiradas) y me aparté el pelo suelto sujetándolo detrás de las orejas para poder oír mejor (era lo que siempre me recomendaba el profe de inglés cuando teníamos la prueba oral).

- Aghh, es que de verdad, o sea, no puedo creer que me hayas traído a este lugar de vacaciones, o sea, que onda? – se indignó la mujer, aunque más indignada estaba yo, ¿como que "este lugar"?

- Ya sé que se ve medio chafa mi amor, pero no está tan mal... – le contestó diplomáticamente el hombre, mientras mi cerebro seguía procesando datos en busca del dueño de la voz misteriosa.

- Si, como no... – dijo ella con desdén y bufé imaginándome la clase de fresa insoportable que estaba dentro de la nave espacial

- Te juro que si, dale nada más una oportunidad, si no te gusta compro unos boletos de avión y en un día estamos en Cuernavaca – le sugirió él a la desesperada. ¡Estúpida, si no se quería quedar nadie la obligaba a quedarse!

- ¡Pero es que además tipo que aquí no tienen ni celulares, si parece sacado de una película de 1950! – exclamó esa bruja al tiempo que yo buscaba alguna piedrita que aventarle a su hueca cabeza

- Angelique, dame dos días, si el domingo sigue sin gustarte nos vamos, te lo prometo – insistió el que debía ser su novio y al que yo todavía no había reconocido

- Ashhh, está bien, conviviré dos días con los pueblerinos, pero porque tu me lo pides bebé... –se rindió ante la insistencia de su "bebé" al que yo supuse que harían santo, porque aguantar a esa vieja...

- Gracias, te aseguro que le vas tomar mucho cariño a este sitio – le contestó el aparentemente complacido

- Si ya... – pero por su tono no parecía coincidir con él – por cierto, ¿cuándo voy a conocer a tus amigos?

- Si te apetece podemos ir ahorita ya, creo que ya salieron del instituto... – comentó el novio de la Brujilda.

¿Así que tenía amigos en mi instituto? Por lo que ya había venido antes al pueblo, así que, aunque solo fuese de vista, yo debía conocerlo, pues no había muchos lugares para la juventud en Ikal. Le pedí a mi agotada neurona que hiciese el esfuerzo de recordar a quien pertenecía esa voz grave y a la vez reconfortante, pero ella no reaccionaba, por lo visto la discusión con Poncho la había dejado KO.

- ¿Instituto? – repitió ella con cierta sorna – que tiernos, entonces como te pasaste el verano anterior, ¿cambiando pañales? – le preguntó burlonamente y yo tuve que hacer acopio de todo mi autocontrol para no levantarme, sacarla del coche a través del vidrio y estampar su deshabitada cabeza contra algo duro

- Angelique... – suspiró el, seguramente en un intento de que su novia dejase de destilar veneno cada segundo

- Ok, ok, lo he prometido, les daré una oportunidad... – concedió ella, pero, no sé por qué, no me pareció sincera, y no suelo equivocarme mucho en esas cosas

De pronto noté una corriente cálida y húmeda en mi pierna izquierda. Miré hacia ese mismo lado y un perrito que no me llegaba ni a las rodillas, me estaba mirando con la boca abierta, en apariencia muy interesado en lo que estaba haciendo. Me fijé en él, se me hacía muy familiar, y lo era, si la memoria no me fallaba, era el perro de mi vecina, la señora Valente, narradora de novelas eróticas de profesión.

- ¡Fuera, fuera chucho...! – le exigí en un susurro agitando mi mano delante de su cara, quizás con más dureza de lo que lo habría hecho con otro perro cualquiera, pero odiaba a su dueña con todas mis fuerzas.

Me miró con los ojos brillantes y expresión tierna, sin entender lo que le estaba diciendo. Me dio lástima, pobrecito. Vivir con esa mujer no debía ser fácil. Seguramente por eso se le había escapado, pues todavía llevaba la correa enganchada al collarcito.

- Ok... – le dije rindiéndome... es que lo hubieran visto, como me veía... – te puedes quedar, pero calladito, ¿si?

No sé si el perro me entendió o simplemente fue casualidad, pero el caso es que se sentó a mi lado y no emitió ni un sonido, tal y como yo le había pedido. Le sonreí levemente y volví a concentrarme en la conversación de la brujilda y el guey misterioso. Mmm.... que raro, el carro seguía estacionado pero ya no hablaba nadie, ¿se habrían ido ya en lo que yo hablaba con el perro o...? ok, novios, jóvenes, un coche... entendido, ya sé lo que podrían estar haciendo, pero en ese caso se habría oído algo, ¿no? Ay no, de verdad esto era lo que me faltaba, ponerme a escuchar si había alguien fajándose dentro del coche, ¿qué clase de enferma mental soy?

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora